Una vez la vida me llevó a vivir a Venezuela y allá fui, con mi equipaje lleno de inexperiencias y mi egocentrismo adolescente de creer que me las sabía todas bajo una gruesa caparazón de miedos, ansiedad e incertidumbre. Hice lo que pude, como siempre, como ahora, me fue bien y me fue mal, aprendí más de lo que enseñé, recibí más de lo que dí, pero eso sí, crecí, crecí mucho.
Hoy, con menos arrogancia en mi mochila, menos ansiedad y algo más de experiencia recuerdo esos tiempos.
Esta mañana estuve por el aeropuerto que el 15 de febrero de 1998 me vió llegar con mis 25 recién cumplidos, para verme ir rumbo a ese país desconocido que me dió tanto, y que aún recuerdo con algo de nostalgia y mucha gratitud. Venezuela está en mi sangre, quedó en ella tras beber su ron, beber su cerveza, alimentarme de sus besos y nadar en su cálido mar. Venezuela es el paraíso que llevo adentro, el sitio donde Dios puso el dedo cuando creo la tierra y donde pude sentir que la mano de Dios me guiaba a encontrar mi camino.
Ale Flores
17 de mayo de 2025
La Merecida
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Tomando Cacique 500
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