Crecí pateando una pelota contra un paredón con una pintada que decía “Luche y se van”, en aquel entonces no sabía de que se trataba, como tampoco esa V con la P saliendo de su interior, que al tiempo supe que significaba “Viva Perón”, no entendía, Perón había muerto en 1974, un año después de mi nacimiento.
Por aquellos años cursaba la escuela primaria y mi viejo se negaba a que sus hijos fuéramos parte de las propuestas patrióticas del gobierno militar de aquella época, yo seguía sin entender nada, ¿porque mi viejo no me dejaba usar una insignia que la mayoría llevaba y generaba el reclamo de las autoridades de la escuela?, no lo entendía, sabía que el intendente era un tal Cacchiatore y el presidente un tal Jorge Rafael Videla, a quien cada tanto veía en televisión o en las fotos que publicaban en los periódicos notando también la actitud de desagrado de mi viejo, por ende eso me hizo sentir que los gobernantes no eran personas buenas que querían a la población e intentaban conducir los rumbos del país de la mejor manera posible como los docentes nos trataban de inculcar, había algo que no cerraba y nadie me lo podía explicar de una manera que yo pudiera entenderlo, hasta el policía, de la esquina, que se suponía que era quien nos defendía de los ladrones y asesinos en algún momento también era señalado como parte de una organización que cometía los más atroces crímenes que se pueden cometer. Era raro, todo era raro. Cuando Galtieri declaro la guerra contra los ingleses vi por televisión la manifestación popular en plaza de Mayo y tuve una sensación muy extraña, como un patriotismo que nacía de las entrañas y se chocaba con la mirada de mi viejo que acompañaba perfectamente su cara de desaprobación ante una guerra infame que solo dejo sangre derramada y una herida que aún no cicatriza.
Paso Alfonsín, que para muchos fue una esperanza e hizo que por primera vez vea a mi viejo con los ojos llorosos viendo un discurso presidencial cuando en semana santa de 1987 tras un levantamiento carapintada cerro su discurso con la famosa frase “Felices Pascuas, la casa está en orden.” Esa fue la primera vez, influenciado por mi viejo, que me permití sentir afecto por un gobernante de mi país. Luego y tras la hiperinflación llego Menem, ahí ya tenía 14 años y mis primeros ahorros habían sufrido los efectos de la devaluación.
Con el tiempo pasaron las privatizaciones, el 1 a 1, el atentado a la embajada de Israel y la Amia, el indulto a los militares, ya sabía que quería decir la palabra Montoneros, como también lo que había significado aquello llamado “Proceso de reorganización nacional”. Sabia de los 30.000 desaparecidos, de la Escuela de Mecánica de la Armada, de los vuelos de la muerte y del robo sistemático de bebes.
Vi pasar la impunidad del menemismo, el indulto a los militares, las leyes de obediencia de vida y punto final, y empecé a creer que la política era un espacio donde al que se podía acceder si uno era capaz de hacer cualquier cosa con total de enriquecerse y de tener algo de poder como para ese enriquecimiento jamás fuera investigado, o de ser así, que el resultado de esa investigación fuera una absolución o una “falta de meritos”. No solo la política era un ámbito corrupto, la justicia también, sabía que los asesinos de la dictadura militar caminaban libres por las mismas calles por las cuales las madres y abuelas de plaza de mayo seguían recorriendo buscando justicia, golpeando puertas que jamás se abrían, y seguí, creciendo y viviendo en un país donde la consigna general era “sálvese quien pueda” el objetivo era hacer plata a como de, sin importar el modo, sin importar el otro.
Llego De La Rúa y una alianza que prometía, pero no cumplió. Después una lista larga de buitres buscando quedarse con lo que había, tratando de llevarse lo poco que quedaba, mucha sangre por las calles aturdidas por el sonido de los cacerolazos. Duhalde, Kosteki y Santillán, y la aparición de un hombre, Néstor Kirchner, un gobernador que llegaba del sur apadrinado por el presidente de turno como candidato para las elecciones en las que se presentaba también Menem, el de la impunidad, el de la venta del país, la cara de la corrupción y de las políticas que habían devastado la industria nacional, el que había vaciado el país, pero con mucho apoyo, por lo cual fui a votar poniendo la boleta de Kirchner, no por convicción, porque de ninguna manera quería que Menem pudiera ganar las elecciones, sin comprender como 24% de los votantes lo había elegido dándole la posibilidad a acceder a un ballotage del que renunció participar.
Con más decepción en la política que esperanza en su gestión vi la asunción de Néstor, un tipo que cada vez me caía más simpático y me parecía más humano. La desocupación llegaba al 24% y el desafío era grande, yo sentía que era parte de un proceso que sería largo, y que requería de un apoyo social muy importante de por parte de una sociedad víctima del corralito y de la falta de justicia.
De apoco fui viendo el cambio que hasta ese momento no soñaba posible, un cambio en el que no entrar en detalle ya que sé que mucha gente encontrará la manera de refutar y no me interesa ahondar en esa discusión, aclaro que había cuestiones de forma de su mandato con las que no estaba de acuerdo, como tampoco estoy ahora, pero ese tipo flaco, alto, por momentos torpe y simpático tenía claro, él hablaba de otra Argentina, a mi todavía me costaba creer en discursos, esperaba hechos, y los ví, ví cuando mando a bajar el cuadro de Videla en la Esma, y la creación del museo de la memoria. Ví que se termino con el Fondo Monetario Internacional y sus políticas neoliberales, y ví una forma diferente de hacer política, una política más cerca de la gente y de su problemática, vi por primera vez un presidente que se interesaba por la gente, que se había propuesto no reprimir la protesta social, un gobierno que se ocupó por darle jubilación a miles de personas que no la tenían, en lugar de hablar de recortes, y empecé a creer.
El 27 de octubre del año pasado mientras esperaba en mi casa a la censista, y aún sentía la cercanía del fallecimiento de mi viejo me enteré de la muerte de Néstor Kirchner, no lo esperaba, sabía que tenía problemas de salud, pero me tomo por sorpresa, sentí mucha incertidumbre, aparecían voces que decían que Cristina, (su esposa y presidenta en ejercicio), no podría sostener las políticas iniciadas por su marido en el 2003 sin la presencia de él, y el fantasma de los buitres volvió a mi cabeza, se notaba que había una antes y un después, pero ese después no estaba claro.
Nuevamente la plaza de Mayo se lleno de gente, esta vez era gente que quería despedir al ex presidente, a Néstor, y a su vez expresarle su apoyo a Cristina, a quien yo también quería expresarle el mío, con una palabra “Fuerza”. Me sorprendió, como nos sorprendió a muchos ver que el desfile de la gente que fue a despedir los restos era interminable, también la entereza de ella, de Cristina frente al cajón de su marido durante todo el día, sosteniendo una presencia difícil de sostener, recibiendo el apoyo de las personas que pasaban, y esa “fuerza” que muchos, pero muchos le queríamos dar. Y esa fuerza le llego, la absorbió y supo materializarla, el 23 de octubre pasado logro ser reelecta con el 54% de los votos, entre los cuales incluyo el mío, ya no por creer en la política o en un representante de ella, por estar viendo y viviendo esta forma de hacer política, esta forma de acercar la política a la gente, esta manera de hacer que los recursos del estado sean del estado, podría dar aquí varios ejemplos, de lo que digo, vivo en el conurbano bonaerense, donde las políticas sociales se ven ante los ojos de quien acepta verlas.
Ayer vi por televisión el veredicto del juicio que condenó a varios de los criminales de la Esma, algo que parecía imposible hace solo algunos años, y hoy se conmemora un año del fallecimiento de Néstor, quien fue el impulsor de todo esto, quien decidió hacer todo lo que fuera necesario para que los asesinos fueran juzgados o extraditados para que la justicia de otros países se encargaran de hacer lo que no podíamos hacer aquí, y que de una vez por todas recibieran la condena que merecían. El hizo mucho por los derechos humanos, y fue el que inicio una transformación de un país que pedía recetas para salir de la crisis a ser modelo del cual muchos países buscan encontrar el modo de resolver sus problemas, países que hasta no hace muchos nos eran presentados por los diferentes medios de comunicación y economistas “gurúes” como ejemplos a seguir.
Empecé el día rezando un Ave Maria a su alma, y escuchando por radio a Tati Almeida, una madre de plaza de mayo línea fundadora quien refriéndose al ex presidente dijo “a Néstor no lo enterramos, a Néstor lo sembramos en cada corazón de los jóvenes que volvieron a creer en la política”, y me sentí reflejado en sus palabras, me sentí dentro de ese grupo que Tati señalo.
Hace días que tengo una frase en mente, vengo pensando que la militancia es una forma de madurez, que uno milita cuando empieza a madurar, y muchos acontecimientos de mi vida durante los últimos tiempos me están llevando a madurar, es por eso que hoy me propuse escribir estas líneas, quizás algunas personas que me siguen estarán totalmente en contra de lo que expongo, supongo también que hasta podrán dedicarme algún insulto o maldición por ellas, pero asumo la responsabilidad, porque siento que debo hacerlo, y porque no me importa, porque si alguien decide dejar de leerme por expresar lo que pienso, aprovecho estas últimas líneas para desearle buena vida, y gracias por lo compartido. Pero como siempre, expreso lo que siento, y lo que siento hoy es esta suma de cosas que acabo de exponer aquí.
Sé que con el tiempo tomaremos conciencia de la figura de Néstor Kirchner, como así también de la de Cristina, como también sé que hay algo de lo que podemos sentirnos privilegiados más allá de nuestras creencias sobre la gestión de ellos, es que nos ha tocado ser protagonistas de un momento fascinante que formará parte de la historia de este maravilloso país, país del que muchos sentimos orgullo de pertenecer, y yo por lo menos siento que parte de ese orgullo se lo debo a Néstor y a Cristina, como también a Borges, Favaloro, Maradona, Horacio Salgán, Piazzolla, Sabato, al Che Guevara, a Estela de Carloto, a San Martin, a Belgrano, a Messi, a Pasteur, y a tantos otros como mi viejo, que me inculcó los valores de la honestidad, del trabajo y de la libertad, la libertad que hoy me permite decir lo que digo, lo que quiero decir. Libertad por la que muchos dejaron su vida, y decir lo que pienso es una forma de honrar su lucha, y decirles a sus almas que su vida no fue en vano.
Gracias por estar.
Ale Flores
27 de Octubre de 2011