Si pudiera volver el tiempo atrás le diría a ese niño que fui, a ese que miraba el cielo buscando el trineo de Papá Noel esperanzado en recibir los regalos que había pedido, que lo más valioso de la navidad no lo trae Santa Claus.
Le diría que por más que recibiera lo que esperaba o tuviera que conformarme con el que fuera mi regalo de navidad, lo más valioso estaba entre nosotros, estaba alrededor de la mesa.
Seguramente algún tío me lo habrá dicho, tal vez fue mi abuela. Lo cierto es que a esa edad mi mente estaba más ocupada en ver llegar los regalos y abrirlos que en disfrutar la compañía de mis seres queridos.
Tal vez hoy yo sea ese tío que le revele a sus sobrinos esa verdad, quizás ellos no estén preparados para escucharla como no lo estuve yo. Sé que algún día se darán cuanta solos al notar las ausencias en torno a su mesa, no los juzgo, no me juzgo, simplemente sé que el paso del tiempo nos enseña que lo verdaderamente valioso no se puede comprar, que la vida es un regalo, el envoltorio la mente, y solo hay que abrirla para disfrutar el presente.
Me llevó muchos años entender estas cosas simples, pero el tiempo no importa, lo importante es entender que es lo realmente importante en la vida y cuidarlo, disfrutarlo, vivirlo y amarlo.
Devolvería todos los regalos que recibí de niño por volver a vivir una navidad en Banfield con mis abuelos, mis viejos, mis hermanos, tíos y sobrinos. Es más, ni siquiera recuerdo la mayoría de los regalos que recibí, pero no hay un solo día de mi vida que no recuerde a cada uno de mis seres queridos desencarnados.
El tiempo no vuelve atrás, pero nunca es tarde para despertar nuestra conciencia.
Feliz noche buena, disfruten el presente y el regalo de la vida.
Ale Flores
24 de diciembre de 2024