Kika esta flaquita, no recupera peso aunque se alimenta con ganas, gracias a Dios aún se alimenta con ganas. Duerme mucho, busca el sol donde sus costillas parecen dunas en su cuerpo color arena que paulatinamente hace notar el paso de los años, de estos 15 años de dulce rebeldía, de irrefrenable amor.
Sus ojos siguen mostrando la belleza de su alma, pero también expresan una lenta despedida y una suerte de pedido de disculpas por las atenciones que necesita, nosotros la atendemos con todo el amor que se merece, nada le falta, nada le faltará, hacemos todo lo posible para que su paso por la tierra sea el que corresponde para un ser que siempre nos dio amor.
Esta parte del trayecto es durísima, ya la transitamos con su madre, Felicia, sabemos de qué se trata y sabemos que nos esperan momentos difíciles, pero hay que transitarlos, esos momentos también son parte de su vida, de nuestra vida y si la asistimos al llegar al mundo y decidimos que sea una integrante más de la familia, fue porque sabíamos que nos haríamos cargo de lo que corresponde y hoy es esto.
Ella pasa todo el día al sol, camina errante, duerme mucho, yo la observo desde mi ventana mientras trabajo y cada vez que puedo la acompaño, sé que no le queda mucho, y sé que mi compromiso con ella no se termina cuando deje su cuerpo, como se también que cuando deje su cuerpo su luz permanecerá en nosotros por siempre.
Para Kika, mi amada hija perruna a la que la vida en la tierra ya le empieza a pesar.
Ale Flores
16 de julio de 2024
La Merecida
En mi oficina
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