Si alguna vez contemplaste un amanecer, habrás notado como en poco tiempo la noche se hace día, como ese pequeño resplandor que se asoma en el horizonte se expande cubriendo de luz toda oscuridad. A su paso va pintando el cielo y los contornos del planeta, cada amanecer es un espectáculo único, particular, una obra de arte viviente que se manifiesta para todos.
Si alguna vez contemplaste un atardecer habrás notado que rápidamente el día se transforma en noche, vas viendo como el sol se oculta en el horizonte, como los rayos van desapareciendo y en la medida que lo hacen pintan el cielo de diferentes colores, le dan tonalidades a las nubes y destacan sus relieves, de ese modo el día lentamente se va apagando hasta que llega la noche.
Ambos sucesos cotidianos pueden asociarse al nacimiento y la muerte física, a la vida misma, cuando repasamos nuestra vida y la de nuestros seres queridos podemos recorrer desde la espera del nacimiento, el alumbramiento, el crecimiento y todo el desarrollo hasta que llega el momento en el que la energía se retira del cuerpo físico y se eleva al alma para dejar al cuerpo inmerso en un descanso eterno, que podría graficarse como una eterna noche.
Todo pasa muy rápido, nuestras vidas también son obras de arte para quien las sabe contemplar, aunque las creamos insignificantes, la vida terrenal tiene matices que siempre son ricos para quien los sabe apreciar.
Sea cual sea la etapa de tu vida, aún te queda mucho arte por desplegar, aunque creas que estas en el ocaso, aún hay destellos de luz de tu ser que pueden iluminar a otros.
Brilla, por algo aún la energía está adentro de tu cuerpo.
Ale Flores
28 de mayo de 2022
La Merecida
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