No sé cómo ni cuando se terminarán de acomodar mis energías, tampoco sé que podré armar con todas las piezas de lo que se está desarmando en mi vida. Sé que los cambios son necesarios, son parte del crecimiento, pero también que atravesarlos procesos nos moviliza y nos obliga a poner nuestras energías en cuestiones terrenales en las que no estamos acostumbrados a participar.
En las crisis aflora todo, lo bueno y lo malo, descubrimos a los amigos, y desenmascaramos a quienes creíamos que lo eran, aprendemos a valorar más aún lo esencial, la salud, la familia, el amor, el calor de hogar.
Transito estos momentos con cierta incertidumbre, con mucha esperanza sintiendo que se está gestando algo mejor, algo necesario en mi crecimiento. Lloramos al nacer, tal vez por que nos sacan del vientre materno, el lugar donde nos sentíamos seguros y cómodos, no podemos permanecer en el vientre materno toda la vida, hay que salir, mirar la luz por primera vez aunque nos enceguezca, porque en algún lado están los brazos de nuestra madre esperándonos abiertos para cobijarnos sabiendo que en ella habita el alimento que necesitamos para vivir, y que nos conducirá por la vida hasta que podamos caminarlo y recorrer el mundo por nuestros propios medios, hasta que nuestra autonomía nos permita no depender de ella.
Jamás se corta el lazo que nos une a nuestra madre terrenal, incluso después de la muerte ese cordón de amor que nos une nos mantiene unidos, confío en la madre espiritual que nos cobija a todos, en ella radica mi fe y mi fortaleza, sé que me custodia, que jamás deja de ofrecerme su refugio, el alimento necesario, su manto donde cobijarme, y su amor como mi amor.
Ale Flores
22 de Agosto de 2020
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