Hace un año, más o menos a esta
hora me despedía de Felicia, la abrazaba sobre la mesa del consultorio
veterinario donde su corazón latía por última vez.
Fue largo el proceso que me
llevó a aceptar que debía desapegarme a ella y dejarla partir, me costó también
entender que debía cuidar a mi mujer e hija del impacto emocional de su agonía
y posterior muerte, pero la sabiduría se impuso dejando un manto de paz tras el
gran dolor.
Hoy repaso nuestras vidas en
imágenes. Desde su llegada, cada instancia vivida, los paseos, las vacaciones,
los juegos, su mirada, sus ojos que sabían perfectamente como vibraba cada
latido de mi corazón.
Nunca voy a olvidar nuestro amor
eterno.
Nunca voy a dejar de agradecer
al alma de Felicia por acompañarme en la tierra una vez más.
Ale Flores
4 de Noviembre de 2018
La Merecida
Silla Azul
Espacio Sagrado
Altar de Fuego
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