A veces no valoramos lo que esconde el esfuerzo físico de levantarnos cada día para ir a trabajar, estudiar, para realizar nuestras tareas.
Hay días que quisiéramos quedarnos en la cama sin movernos, hasta fantaseamos con la idea de tener una excusa que nos permita faltar. Pero la vida es sabia, tan sabia, que un día concede esos pequeños deseos de no tener nada que hacer y nos hace jugar el rol de “pacientes”, para lo cual la paciencia es la clave que nos permite recuperar ese bien-estar perdido, del que no éramos consientes.
Hoy quisiera poder estar de pie sin que me duela nada, poder caminar libremente sin temor a que un mal movimiento me retrotraiga el tratamiento que vengo llevando adelante desde hace 2 semanas.
Quisiera poder hacer muchas cosas que por tiempo postergué, y que ahora mi cuerpo no me lo permite.
Va a pasar, no solo porque lo creo, porque todo pasa, creceré, claro que creceré como cada vez que la vida me presentó un escenario de enseñanza, de por sí, este texto ya es parte de ese crecimiento.
Espero recordar que alguna vez renegué por tener que realizar tareas rutinarias creyendo que ese deseo inconsciente de poder quedarme en casa, sin tener nada que hacer, sin moverme de mi cama haya sido tal vez la semilla que me llevó a vivir el proceso que espero dar por terminado en pocos días.
Le pido perdón a mi cuerpo por grabarlo con pensamientos que no fueron de la elevación que se merece.
Le doy gracias a mi cuerpo por recordarme que muchas veces no le doy el valor que realmente tiene en mi vida.
Le doy gracias a mi mente por permitirme pensar al respecto.
Le doy gracias a mi espíritu por guiarme en el camino.
Ale Flores
7 de Junio de 2018
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