Recuerdo haber pasado una mala
noche, una noche en la que no me podía dormir, no encontraba posición y en mi
mente habían frases todo el tiempo. Ruido,
un ruido que no podía comprender, no encontraba la paz necesaria para alcanzar
el descanso.
Estaba convaleciente de una
operación recuperándome en la casa de mis viejos.
A la
mañana me había logrado dormir cuando mi mamá entro en la habitación; “me voy al hospital, Severo paso una mala noche”, me dijo. La
habían llamado del Naval donde mi abuelo estaba internado. “Yo duermo un rato y voy”,
le respondí, pero el ruido en mi mente me hizo sentir que algo no estaba bien,
que no podía postergar mi llegada, que Severo me necesitaba ahí.
Me bañe y Sali, llegue al
hospital y subí a su habitación, éramos solo cuatro personas, mi mamá, Lidia (su hermana y mi tía),
Silvina, (mi prima y madrina), y yo. Éramos cuatro en torno a él, cuatro ángeles de su apocalipsis.
Por momentos parecía en paz, y
en otros su rostro exteriorizaba algo de dolor. Desde hacía unos días venia
mencionando en sus sueños a algunos seres queridos desencarnados, y preguntaba
por alguno de ellos como si recientemente lo hubiesen visitado, el fin de su
vida en esta encarnación se veía venir desde hacía unos días, era esperado por
él, y también por nosotros, hacía tiempo que había dejado de ser el Severo que
todos conocíamos, el que se reía de todo y a todos hacía reír, el que caminaba
incansablemente porque amaba caminar, que era querido en todos lados y por todo
el mundo. Ese Severo ya había quedado en nuestros recuerdos y era el momento de
que su cuerpo descansara en paz.
Hoy se cumple un nuevo aniversario
de aquel día, de esa mañana que nunca olvidaremos los que lo amamos, como
tampoco olvidaremos su paso por la tierra y todo lo bueno que en nosotros sembró,
por eso no podía dejar pasar este día sin dedicarle unas palabras a la memoria
de mi abuelo Severo Ángel Spagnoletti, un ser único que marcó mi vida.
Ale Flores
22 de Marzo de 2018
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