Ayer anduve por Belgrano, el
barrio donde viví 10 años, donde Felicia llego a mi vida.
Pase a saludar a la Virgen del
Carmen en la parroquia de San Patricio, (Echeverria y Estomba).
Al transitar sus calles recordé
los paseos con mi perra, reviví esos momentos cuando nos encontrábamos en una
mirada cansada de tanto andar, pero con ganas de seguir.
Recordé los temores de los
primeros tiempos, los perros no vienen con un manual de instrucciones y hay que
aprender a cuidarlos de los peligros de las calles, de la ciudad.
También vino a mi mente las
veces que la llevábamos a la playa, cuando vio a otro perro haciendo un pozo en
la arena y así aprendió a dejar por todos lados sus huellas. Cuando le tenía
miedo a las olas, y lentamente se fue animando a descubrir el mar hasta amarlo
y respetarlo como yo.
Seguramente tendré muchos perros
en mi vida, pero ninguno de ellos ocupara su lugar, con ella aprendí a vencer
los miedos, a leer sus miradas, con las que podía hablar.
La extraño, la extraño mucho,
por momentos me parece escuchar su llanto y quiero irla a buscar.
Constante mente la abrazo en mi
alma, le dedico oraciones para que descanse en paz.
Es duro el proceso de superar
las perdidas, llevo 7 años haciendo el duelo de la partida de mi viejo, y con
Felicia ese proceso ha vuelto a empezar. Yo los veo juntos, acompañándose en el
paraíso de los buenos, los abrazo cada mañana, pongo sus cuerpos junto al mío y
respiro en paz. Pero las imágenes que llegan y me recuerdan nuestros pasos por
la vida demuestran que está abierta la herida, que dejará una cicatriz que nada
un nadie podrá borrar. Es bueno que eso suceda, yo llevo orgulloso en mi cuerpo
sus pasos por el tiempo en el que nos supimos acompañar.
La vida me rodeo de grandes
almas, almas puras y nobles que vinieron a ayudar.
Mi viejo fue un gran maestro,
Felicia un ángel de 4 patas que me cuidó en la tierra y que desde el cielo
siempre me cuidará.
Ale Flores
25 de Noviembre de 2017
La Merecida
Silla Azul
Espacio Sagrado
Altar de Fuego
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