Hay personas tan
desagradecidas, que después de rescatarlas te dicen que no te pidieron ayuda.
Yo tengo la suerte de saber
sanar mis propias heridas, y la desgracia de no poder pedir ayuda. Pero no le
debo a nadie la gratitud por haberme regalado una sonrisa, un beso, o una
mirada cuando la necesité. Cuando no eran palabras las que buscaba, sino los
sentimientos que permiten mirarse a uno mismo, y recordar quién es.
En lugar de pasar facturas
prefiero retirarme en silencio, que crean que me han vencido, a que sientan que
les gané.
Yo nunca pierdo, sé que todas
son experiencias, y cuando siento pena, sé que a mi mente, en algún momento,
la alegría va a volver.
Forje mi niñez buscando
alegrías, enfrentado la opresión de un hermano que cada vez que pudo, demostró
no saberme querer.
Me aislé cuando me aislaron, y
en mi soledad supe que mi fortaleza nadie podía romper.
Yo tengo la suerte de saber
sanar mis propias heridas, de meterme dentro de mi propio ser.
De hacer mis catarsis solo, de
aceptar, y comprender.
Se ponerme de pie después de
cada tropiezo, y encontrar dentro mío, la fuerza de mi fe.
Alejandro Flores
30 de noviembre de 2016
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