Esta semana mis viejos
cumplieron años de casados.
Hace 47 años frente al altar se
juraban amor “hasta que la muerte los separe”.
Mi viejo falleció hace casi 6
años, pero su alma vive y la sigue amando.
Creo que el sacerdote tal vez
no supo cuando les pregunto si juraban amarse “hasta que la muerte los
separe”, que la muerte no existe, y tras su velo, ellos se seguirían
amando.
Yo sé que mi viejo la ama desde
el alma, y cuando uno ama desde el alma ese amor jamás muere, es un amor
eterno, porque habita en la energía que traemos a la tierra, y que nos llevamos
cuando de ella partimos.
El cuerpo de mi viejo partió,
es verdad, nosotros mismos lo enterramos en el lugar que eligió para descansar,
pero su alma vive y cuida cada noche de mi vieja, la acompaña cada vez que sale
de su casa, la consuela cuando llora porque lo extraña.
No puedo más que sentir la
angustia de las almas que no pueden tocarse, que no pueden verse, pero me
regocija saber que la energía es eterna y así como cada mañana me abrazo a mi
viejo antes de iniciar mi día, él nos abraza a cada uno de nosotros para acompañarnos
en la vida.
Porque nos amo desde el alma, y
desde ella nos guía.
Porque lo amamos desde el alma,
sentimos su compañía.
Habita en nuestros recuerdos, y
es parte de nuestras vidas.
Ale Flores
14 de Mayo de 2016
La Merecida
Silla Azul
Espacio Sagrado
Altar de Fuego
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