Me voy a permitir hacer un acto
de justicia, a ofrecer un “gracias” que tal vez nunca hubiese dado.
Un gracias merecido.
Un gracias adeudado.
Pase muchas de mis vacaciones
infantiles en Mar del Plata, y una de las cosas que recuerdo de esos veranos
eran las carreras de autos que hacíamos en el fondo de la casa de Tía Maria.
En el lugar donde tiempo antes
había habido un gallinero, sobre ese piso, el Dr. Carlos Touceda nos había
construido una pista, y nosotros, los chicos de aquel entonces comprábamos y
preparábamos nuestros autos para una de las cosas más importantes de las
vacaciones, las carreras.
Cada uno era el ingeniero de su
coche, les colocábamos peso para que tuvieran adherencia, calcos para
diferenciarnos y mostrar lo que queríamos mostrar, les cambiábamos las ruedas,
hasta les poníamos una cucharita adelante para evitar que despisten. La que
despistaba era Tía Maria, que se quedaba sin cucharas de té, y cuando las
encontraba estaban dobladas y con la base raspada por el cemento del piso de la
pista.
Volvíamos de la playa deseosos
de jugar, de probar nuestros autos y comprobar si lo que habíamos puesto para
mejorar su andar daba frutos o era un fracaso y había que volver a intentar.
Lo veo a la distancia y me doy
cuenta que fue la primera vez en mi vida que tuve que prepararme para competir,
porque era una competencia, una sana competencia que todos queríamos ganar.
Carlos Touceda sembraba ideas
en invierno que cosechaba cada verano, él reacondicionaba la pista o la
modificaba, la pintaba, la dejaba perfecta para que juguemos nosotros,
organizaba las competencias y nos hacia cumplir las reglas que muchas veces
intentábamos alterar.
Fue algo muy lindo de nuestra
infancia y hoy a la distancia pienso que no hay muchos padres que se ocupen
como se ocupo él de algo así, de ofrecernos un lugar para una sana diversión.
Nadie tenía una pista como la nuestra, y fue gracias a él.
Hoy, tantos años más tarde
quiero darle las gracias, las gracias a su alma, las gracias que seguramente no
le dimos, porque éramos chicos, y solo nos importaba el juego, no quién estaba
detrás.
Es por eso que le quiero
ofrendar al alma del Dr. Carlos Touceda este humilde reconocimiento, porque
estoy cerrando un vinculo con su presencia en mi vida, y merece recibir lo que
me corresponde dar.
Quiero darle las gracias que no
le di en vida, y que las gracias lleguen a su alma, a la energía donde habita.
Quiero que su alma alcance la
felicidad eterna, y que por siempre esté en paz, la paz que su alma se merece,
la felicidad que nos supo dar.
Ale Flores
1 de Noviembre de 2015
Divino!!! Siempre hay tiempo para expresar nuestra gratitud.. Carlos fue un referente en el andamiaje de aquellas pistas y competencias... Y el poder evocar con tanto amor aquellos juegos de vacaciones y hacerlo presente en la función que cumplió ya es demostración de gratitud en el corazón. Gracias Ale por tu amor y por esa sensibilidad de tu esencia donde se manifiesta lo.divino de un ser cristalino. Tu energía me llega como seguramente a todos los que bebemos de ella s través de tus pensamientos que son en palabras escritas. Dios te bendiga, ser de luz.
ResponderEliminarHermoso!!!
ResponderEliminarGracias Alejandro Flores. GRACIAS. Esto podemos elevarlo a todos los que nos hicieron felices y no pudimos agradecerles como hubiésemos querido y como se merecían.
ResponderEliminarQuiero decirte que tenes un estilo de escritura sumamente claro y elegante, profundo, encantador. te felicito.
ResponderEliminarHermosas palabras! Así era él... único ❤️
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