Hoy cumpliría 69 años mi viejo, esta es la
forma que elegí para recordarlo:
Torero, lo que se dice torero de elegancia, prestancia y
arrogancia, no era. Manuel Benítez “El Cordobés” fue criticado duramente por
los expertos en el arte taurino, amantes de los pases clásicos, los movimientos
armoniosos. Lo trataban de payaso y no les faltaba razón. El Córdobés te hacía
el salto de la rana, la monta del toro, el combate del boxeo, los cabezazos
hombre-bestia, entre otras extravagancias que más aprenderlas las había
inventado para salir del paso. Porque El Cordobés aprendió a torear toreando. Y
cuando se lanzó a la arena, se lanzó hambriento pero de hambre real porque su
vida era pasarla sin comer bocado día tras día. Un agente lo vio, le notó la
pasta, lo adoptó y lo creó tal como lo conoció el gran público. Creó todo lo
que luego fue Manuel Benítez, El Cordobés: el huérfano analfabeto pobre de
máxima pobreza, el muchacho con un cuerpazo y un rostro sensuales por donde se
los mirase, el sobreviviente que triunfaba en España. Para los españoles era
prueba suficiente de que había esperanza, de que se podía salir adelante desde
la nada misma.
Porque era un rebelde no llevaba el cabello a lo militar y
más de una vez le gritaron “¡Córtate el pelo!”. Porque se dejaba la barba lo
despreciaban los del buen ver. Pero porque era buen mozo la platea femenina no
sólo suspiraba por él sino que por primera vez en la historia taurina las
mujeres iban por cientos a verlo torear y en las boleterías se colgaban
carteles de “Localidades agotadas”. Porque sabía que no podía descuidar ese
mercado, El Cordobés salía nota tras nota en reportajes de revistas diciendo
que estaba solo. Y cuando aparecían modelos, actrices, aspirantes, declarando
que estaban en una relación con él, el torero simplemente decía que no era nada
serio, que no tenía interés en casarse. Se le adjudicaron romances con Marlene
Dietrich, Geraldine Chaplin, Romy Schneider pero estaba claro que él tenía que
ser, el mayor tiempo posible, el novio de todas. Tal vez fue por eso que
mantuvo en secreto durante seis años a la que luego fue su esposa, Martina
Fraisse, una francesa tan inquietante que la llamaban “Pantera”.
Hombres, mujeres, todas las clases sociales lo adoraban. No
había vez que toreara El Cordobés en que la plaza no estuviese colmada y aun
así, había más gente afuera que adentro: multitudes esperaban que el torero
saliera al terminar la faena para vivarlo, para quererlo. Los taurinos
ortodoxos lo defenestraban, decían que toreaba para los que nada saben de
toros, que era el entretenimiento de los ignorantes. Cierto o no, la verdad es
que las plazas se llenaron mientras toreó Manuel Benítez, no se llenaron ni
antes, ni después. Las revistas lo adoraban, la televisión vivía por él y lo
seguía a todas horas. Las transmisiones de sus corridas interrumpían toda vida
en el país: se paraba el tráfico, se detenían el comercio, dejaban de sonar los
teléfonos, nadie andaba por las calles, las ciudades se paralizaban
completamente.
No hay coincidencia a la hora de juzgar su arte pero sí la
hay a la hora de definirlo como “el primer mediático de España”. Su cachet se
había elevado a la cifra sideral de un millón de pesetas por fecha. Un kilo de
pesetas, como decía El Cordobés, que era tan estricto con el cobro de su
contrato que supo afirmar sin temblor: “Si no llega el kilo, no toreo”. Alguna
vez explicó que cuando estaba frente al toro, saber que lo esperaba un millón
de pesetas contantes y sonantes le quitaba el miedo, que si en lugar de billetes
tenía que imaginarse un cheque por un millón, el miedo no se le quitaría. Está
claro que para un alfabeto un billete es un billete y un cheque, un papel que
no se entiende qué es.
Con este universo a cuestas Manuel Benítez El Cordobés salía
a la arena a hacer bufonadas, según unos, a hacer genialidades, según otros.
Para unos era un tremendista, un exagerado, para otros un talento original
dueño de una muñeca sin par. Para quienes lo admiraban era vibrante, para sus
detractores, un improvisado. “Está más tiempo por los aires que por la tierra.
Y es un pésimo matador” decían con toda razón sus críticos. “Ese momento es
cuando más sufrimos”, aseguraban sus seguidores. Para sus rivales era un
farsante y tan seguros estaban de eso que una tarde en que toreaba El Cordobés,
Miguel Mateo Salcedo “Miguelín” bajó hasta la arena en traje de calle y
se puso a jugar con el toro para demostrar que el espectáculo era eso:
espectáculo, y que todo estaba amañado. Pero, ¿los atropellos, las cornadas,
las heridas al borde de la muerte, habían sido eso, sólo espectáculo?
Definitivamente no.
Manuel Benítez era distinto a todos sus colegas pero no sólo
por su estilo o su falta de él, era distinto porque nadie tuvo su grado de
coraje. El Cordobés compensaba sus carencias con excesos de valentía. El torero
al que lo esperaba un millón de pesetas al final de faena, lidiaba con el toro
de una manera casi insoportable para el público que se quedaba sin aliento, con
la tripa fruncida por la expectativa y el terror. El Cordobés provocaba al toro
y luego se quedaba allí, parado, inmóvil, mirándolo a los ojos como
hipnotizándolo. Un instante, dos, tres… No se movía, no temblaba no reculaba no
se arrepentía. Tampoco el toro. El público se fascinaba con la posibilidad de
la muerte aquí y ahora.
¿De dónde salía ese coraje? ¿De la superstición? ¿De la fe?
Dicen que en 1967 El Cordobés soñó que un toro lo arrollaba y en ese sueño una
voz le recordaba: “Los toros matan”. Se despertó decidido a dejar los toros. No
pudo contra los empresarios y los cien compromisos contractuales que esa
decisión pretendía tirar por la borda, pero lo intentó, lo intentó con mucha
fuerza aunque tuvo que recapacitar. Manuel Benítez no salía al ruedo sin las
medallas de la Vírgen de Guadalupe y de la Vírgen de la Macarena colgadas del
cuello. En la misma cadena llevaba un trocito de hueso de su propio brazo
derecho, víctima de más de atropello taurino y de más de una operación.
Ese año de 1967 Sucesos Argentinos asigna al Mono Flores para
un trabajo conjunto con la televisión española: debía seguir durante diez días
a Manuel Benítez. Como muchos camarógrafos –operadores, al decir de Sucesos
Argentinos- por aquel entonces, viajaba sin periodista. El Mono debía
gestionar, grabar, organizar el material documental y ser durante diez días la
sombra sin tregua de El Cordobés. Filmó a las muchedumbres, a las fanáticas
aguardando en los hoteles, a los políticos, a los obsecuentes, a los
empresarios, atiborrando los camarines del torero antes de salir a la plaza.
Vio todo lo que podía imaginarse como el detrás de escena que acompañaba a El
Cordobés: asedio, vorágine. Pero el Mono vio también lo que pocos habían visto.
Vio que el torero llevaba siempre un jamón crudo en cima “por si me da hambre”.
Escuchó del torero una suerte de cábala que incluía “el salero del duende de
los gitanos”. Y finalmente, vio que el torero se las apañaba para, antes de la
corrida, cumplir un ritual de fe. Este era el secreto de su coraje infinito.
Manuel Benítez, El Cordobés, prendía una vela por cada una de
sus vírgenes idolatradas, salía a la sangre y a la arena y las apagaba al
regresar. Este era el gran secreto y el Mono Flores se encontraba con este
hallazgo y a la vez con la prohibición de capturarlo. El torero no quería ser
filmado durante su ritual por temor a que la tecnología rompiera el
conjuro. El Mono Flores lo pensó una y otra vez hasta que tuvo una idea
fruto de sus conocimientos de iluminación: una tarde le mostró a El Cordobés un
efecto de cámara: el filtro Star. Al verlo, el torero no daba crédito a sus
ojos: el fuego de las velas se prolongaba en rayos de luz, se multiplicaba,
invadía la escena con magia pura. Se vio como en un estado de encantamiento y
se dijo que nada que se viera así de bello podía ser malo. Dio su permiso.
Así España y el mundo pudo conocer el secreto de El Cordobés.
A pesar de la
frialdad de este relato, no puedo dejar de soltar lagrimas al terminar de
leerlo, a pesar de haberlo escuchado con tus palabras, a pesar de haber visto
el efecto que año tras año, tras contar esta historia les enseñabas a tus
alumnos, y que más de un suspiro cosechaba al verlo plasmado en los monitores
de la facultad.
¿Qué te puedo
decir que ya no sepas, viejo? El tiempo pasa, pero la ausencia queda. Pasa el
tiempo, seguimos con nuestras vidas, pero cada logro, y cada frustración
desearíamos que estuvieras a nuestro lado para contártelas, para escuchar tu
consejo, o para brindar con vos. Yo te siento cerca viejo, hasta a veces
te guiño un ojo cómplice sabiendo que me ves. Pero otras me encuentro con tu
ausencia, y la veo a la vieja sola, que aún siente el dolor de tu partida, los
veo a los melli crecer, superarse y sé que a ellos les hubiese gustado tenerte
cerca para que los veas crecer. Los veo a tus nietos, a Gustavo, a todos, y me
veo a mi. Con tus fotos que me acompañan, con tu guía que siempre está
presente, y recordando siempre seguir el rumbo del camino que me enseñanste, no
solo con tus palabras, sobre todo con tu acción.
No quiero
entristecerte viejo, me salieron las palabras, solo sé que esta noche, como
cada aniversario de tu nacimiento brindare con vos, levantaré mi copa a tu
memoria, recordare tu paso por la tierra, y le daré gracias a tu alma por todo
lo que me dio en su última encarnación, y acompañare a la vieja cada vez que la
vea triste, y apoyaré a mis hermanos como nos apoyabas vos. Y seguiré viviendo,
recorriendo mi camino, sabiendo que en parte significa continuar el tuyo,
llevando honradamente la herencia que me dejaste de apellido.
El tiempo pasa,
viejo, pero el recuerdo queda, y vivirás siempre mientras viva en nosotros tu
presencia, vivirás siempre mientras la energía que fuiste vuele en el aire,
mientras tu alma descanse en paz, o decida reencarnar para volver a nacer y
desplegar tu arte, tus conocimientos y tus aprendizajes de otras vidas, y
quizás ahí también este yo, que intente ayudarte a crecer, a comprender el
mundo sutil de las energías que nos gobiernan, y que como puede, intente
trasladarte los conocimientos que conseguí en esta y en mis otras vidas.
No mas
palabras, viejo, nosotros no las necesitamos, ahora habitamos mas allá de las
palabras, ahí, donde solo el sentimiento es morada, donde el amor es el hogar,
donde nos encontramos cada vez que necesito encontrarte, o fijando mi atención
en tu mirada, esa mirada, que me trae al presente tu presencia, al presente de
la eternidad donde ahora estas.
Te quiero mucho
viejo, y con esta, con una de las tuyas viejo, recuerdo hoy tu paso por la
tierra, y te digo, como te lo diría si estuvieses aquí, a mi lado, feliz cumple
viejo.
Feliz cumple,
donde quiera que estés.
Ale
Hermoso homenaje a tu Viejo....
ResponderEliminarY gran lección de la de él: no tengamos miedo al toro que hay todo un "kilo" de vida esperando al final de cada día.. Hagamos la faena de la mejor manera!!
Gracias por acompañar mis amaneceres.
Brillante la historia del torero y del logro de inmortalizar el ritual!!!
ResponderEliminarGracias por este lindo recuerdo ale.
ResponderEliminarUn feliz cumple al Monito con todo el cariño y admiración.
Un abrazo
CHAPEAU A TU VIEJO DND QUIERA Q ESTE,NO ESTARIA MAL UN LIBRO “CONFIESO QUE HAS VIVIDO…” (SEGÚN SU HIJO )
ResponderEliminarHola Ale.
ResponderEliminarTu papá es un orgullo, y día tras día tanto Pablo cómo vos, y la flia siempre tienen una anécdota, relato, historia, vivencia, etc que contar. Y hoy siendo su cumple 69, esta hazaña es una de aquellas historias que muestra también el ingenio, dedicación y destreza de Juan a lo largo de su vida.
Una de las tantas cosas que me gusta de ustedes es el orgullo que tienen de su viejo y cómo constantemente está presente en cada acción momento que tenemos y compartimos.
Un beso y abrazo grande.
dios me hiciste emocionar loco!!!!!que hermoso lo que me mandaste!!!!
ResponderEliminarAle
ResponderEliminarMe hiciste emocionar, un grande tu viejo.
Lamentablemente no lo conocí, pero seguramente debería ser un excelente compañero, un gran amigo, una persona mágica y un gran padre sobre todas las cosas.
NO tengo dudas de lo que expreso, porque lo veo en vos que heredaste todo.
ABRAZO GIGANTE y otro para tu viejo donde quiera que este.
Muchas bendiciones para su Padre, yo tambien lo recuerdo, todo un valiente.
ResponderEliminarMy lindo tu recuerdo Ale,muy linda la historia del" torero",pero mas lindo recordar asi a tu papa.-mira las casualidades,un verano en Mardel,Mono y yo estabamos al mismo tiempo leyendo una novela de la guerra civil española,que relataba tambien la vida de este magnifico Torero,Besos para vos y yo levanto esta noche tambien la copa.-
ResponderEliminarPrecioso, Ale... se me escapan las lagrimas...Feliz cumpleaños, Juan Alonso Flores...puedes sentirte dichoso, tu familia te quiere como si estuvieras con ellos
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