Vine a respirar. A mirar el fuego, a sentir el aire, a buscar aire.
Me siento ahogado, asfixiado y por momentos me debilito hasta el punto de sentir que me voy a dejar caer, que voy a abandonar la lucha. Por eso volví a mi lugar, donde recuerdo que no debo luchar, que lo que corresponde es fluir, ser.
El mundo terrenal tiene caminos llenos de barro, caminos que los que no estamos acostumbrados a transitarlos nos movemos con incomodidad.
Sostengo todo lo que puedo, tengo una fuerza inmensa, pero hay estructuras que es mejor no sostenerlas, dejarlas que se desplomen para construir desde los cimientos algo nuevo. Algo real.
Miro el verde de la naturaleza, los árboles que crecen sin hacer juicios, el césped que tras la lluvia vuelve a reverdecer.
Conny, una de mis perras busca mi mano, la acaricio a ella, aunque es ella quien me acaricia a mi con su cabeza.
Kila, su hermana esta cerca nuestro, no se relajan, están inquietas, como yo. Son mis egos representados afuera, un reflejo mío donde me puedo espejar.
Ahora ambas están recostadas sobre un colchón de hojas secas, miran quien sabe que, sus miradas tal vez buscan lo mismo que la mía, aunque por momentos desconozco hasta que quiero.
Me quedaré buscando el silencio que vine a buscar, sintiendo el aire, respirando oxigeno. Ojalá de este modo pueda aclarar mi mente. Despejar mis pensamientos. Apoyarme en mis sentimientos para decidir el camino que tomar.
Ale Flores
1 de octubre de 2020
La Merecida
Espacio Sagrado
Altar de fuego
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