Veo pasar los días de esta larga cuarentena, esta cuarentena que todos esperamos se termine, que parece no terminar nunca. Y a su vez pienso en la bendición de poder quedarnos en nuestras casas cuando tras las puertas el mundo atraviesa una pandemia. Hay quienes no pueden elegir quedarse, aunque si fuera por mí la decisión pienso que elegiría salir, tal vez sin ser del todo consciente del riesgo que implica encontrarse con el virus, un riesgo que no es solo para uno, también para otros, por lo que ese riesgo que por momentos creo estar dispuesto a correr, se transforma en irresponsabilidad cuando sé que puedo contagiar a otros, o ser un caso más que asfixie más aún al ya sobrepasado sistema de salud. Ahí me detengo, pienso en ellos, los médicos, los enfermeros, el personal no médico de los hospitales y todas las personas que no pueden elegir quedarse en sus casas, que tienen que salir para salvar vidas, para cuidarnos, para permitir que los servicios básicos como los que me permiten estar escribiendo en una computadora sigan funcionando. Entonces por respeto me quedo, veo que mi familia gracias a Dios está sana, nosotros tenemos la bendición de extrañar a quienes aún podemos ver, tenemos el horizonte del reencuentro, de volver a vernos, de abrazarnos, de compartir momentos, y repasando mentalmente las imágenes de cada una de las personas con las que me quiero encontrar cuando todo esto pase recuerdo que no estoy solo, aunque en la cuarentena muchas veces sentimos soledad, aún estando acompañados.
Ale Flores
25 de Septiembre de 2020
La Merecida
En mi oficina
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