Mientras la muerte tenga mala
fama toda historia de amor terminará en tragedia.
Toda historia de amor, por más
que dure toda la vida en algún momento se encuentra con la muerte de alguno de
sus protagonistas si es que esta no los encuentra juntos, constituyendo así un
final poco feliz ante la interpretación humana.
Cuando abrimos nuestra
percepción un poco más allá de la vida terrestre y comprendemos que la vida es
eterna, que el amor es eterno y no se termina en lo que conocemos como “vida”
sino que se repite durante cada etapa de la evolución, encarnación tras
encarnación para que nos reencontremos con las personas que en otros tiempos
compartimos amor, guerras, enojos, luchas, amistad, hermandad, familia, que
vamos asumiendo diferentes roles en los vínculos con otras almas para
comprender la totalidad del juego, siendo verdugos de quienes nos lincharon,
amantes de quienes nos rompieron el corazón, padres de quienes nos criaron,
entendemos que la muerte física solo es la finalización de un ciclo adentro de
un cuerpo, pero el espíritu se eleva para volver al origen y a su tiempo reencarna
en un nuevo cuerpo para volver a experimentar la vida, y crecer.
Los ciclos que terminan pueden
parecer de mil maneras bajo la interpretación humana, pero para la luz, siempre
son parte de la evolución del ser que da un paso más en la escalera del
conocimiento que debe dar para alcanzar la iluminación, el estado en el que el
alma ya no necesita descender a la tierra porque ya recibió todo el
conocimiento que la materia le puede ofrecer, pasando a formar parte de los
seres desencarnados que guían a los que aún estamos transitando este
maravilloso camino que es la vida.
Ale Flores
19 de Agosto de 2019
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