Puedo ver la divinidad que
habita tras una mirada triste. Puedo ver el amor que reflejan los ojos de
alguien que siente miedo; de alguien que fue herido y aún conserva esa cicatriz
que a veces sangra para recordarle su dolor.
He visto la divinidad hasta en
los ojos de las personas con las que tuve fuertes peleas, y hasta defendiéndome
de agresiones físicas no quise lastimar a mi adversario porque podía percibir
su oculto dolor reprimido exteriorizado en su agresión.
Hacen daño quienes fueron heridos,
quienes fueron formados por personas que sufrieron mucho y no han podido sanar.
Estamos en la tierra para evolucionar, para cortar las cadenas de sufrimiento
de las generaciones que nos precedieron.
Cuando veo miedo, carencias,
angustias en los ojos de las divinidades encarnadas no puedo más que ofrecer
amor, ya que el amor todo lo cura, todo lo sana, todo lo repara.
El amor puede ser una palabra,
un texto, una mirada, una sonrisa, un caramelo, una flor, un beso, un abrazo,
una caricia, un paseo, lo que nuestro corazón nos indique es lo que ese ser
necesita, ya que lo que vemos en los otros es un reflejo de nosotros, lo que
damos vuelve, y sanando a otros nos sanamos nosotros.
Algún día todo lo que dimos
volverá, sea lo que sea que hayamos dado regresará a nosotros, por eso es mejor
sembrar amor que odio. Todo lo que creamos crece, toma vida para regresar a
quien lo creó, cada pensamiento es una creación, una vibración resuena en el
universo.
Estamos vivos, estamos vibrando.
Ale Flores
3 de Agosto de 2019
La Merecida
Silla Azul
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Altar de Fuego
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