Contemplo tu belleza, la
admiro, la deseo, la busco.
Durante años he esperado
tenerte, procuré tu presencia en mi vida, te busqué, te encontré, te vi crecer.
Cuidé de vos, observé tus
necesidades, hasta tuve que renunciar a tenerte cuando creí que te irías.
Muchas veces, caminando por ahí
sentí tu perfume que trajo a mi mente recuerdos, momentos de mi infancia,
instantes donde tu nombre y tu presencia se hizo presente.
Fuiste la preferida de mi
viejo, el regalo que, como último deseo le pidió a mi hermano que le haga
llegar a su mamá cuando se acercaba el día de la madre. Pocos días después de
su partida Pablo cumplió con su última voluntad, y de ese modo, fuiste vos el
puente material que los volvió a unir, una vez más, por última vez cada día de
la madre, ya que repitió el ritual hasta que mi abuela desencarnó.
Por eso cada vez que te veo
recuerdo a mi viejo, a mi abuela, a las mujeres que vi derretirse ante tu
presencia, rendirse ante tu belleza, la que aprendí a admirar desde que
descubrí ese perfume dulce e intenso que nace de tu naturaleza, que llena los
espacios que habita, que se destaca aún entre los diferentes olores de las
ciudades.
Tu pureza, tu blancura se
destacan en cualquier balcón, en cualquier jardín, como en el mío, en el que
tenes un espacio privilegiado, aunque el privilegiado soy yo, cada vez que
salgo y me encuentro con tu belleza.
Te amo.
Ale Flores
16 de Enero de 2019
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