Escribo viendo el jardín de mi
casa, la vista desde la cocina y la galería desde donde puedo ver el Ángel
Ariel que todo el tiempo ofrece agua sanadora energizada por hermosos peces de
colores.
La cama elástica que tanto aman
mi hija y sobrinos, la pileta refugio emocional de todos los que acepta
recibir, y el cerco vivo que separa mi casa con la de Marcelo, mi amigo que ya
no la habita físicamente. Mi amigo que partió de este plano hace hoy exactamente
dos meses.
Su partida dejó un dolor
inmenso, un vacío imposible de llenar. Un cúmulo de recuerdos imborrables, una
angustia tan grande que solo la puede entender quien vivió la tragedia de una
partida inesperada.
No escribo para recordarlo, (ya que
eso supondría un olvido), escribo para expresar el sufrimiento que aún conservo
en mi por su ausencia, para sacar las penas de su perdida física.
Escribo para transmutar el
dolor, para convertir la muerte en vida, la vida que habita en las letras que eternamente
renacen en cada mente que les pone sonido al leerlas.
Escribo para no secarme por
dentro, para que las emociones no me desborden, saco en letras las lagrimas que
mi cuerpo no suelta.
Saco en cada palabra el dolor de
su ausencia.
Ale Flores
6 de Mayo de 2018
La Merecida
Galería
Para Marcelo Alejandro Acosta,
que en paz descanse.
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