Cuando se acerca otro
aniversario del fallecimiento de mi viejo, (en este caso el séptimo), empiezan
a aparecer en mi mente imágenes de su vida, y particularmente de los últimos
días, tal vez esas vibraciones rebotan en el universo y me envían estímulos que
lo acercan, o quizás sea él mismo, que desde sus vibraciones las que forman
parte del aire se materializa y aparece, siempre, como por arte de magia.
Anoche uno de mis hermanos nos
envió un audio por WhatsApp en el que mi viejo cuenta en primera persona una de
las tantas anécdotas que embellecieron su vida, y engrandecieron su figura. Minutos
después, por otra red social Diego, alguien que mi viejo adopto como a un hijo,
se comunico espontáneamente conmigo para contarme que su perro TOM está
atravesando una vejez similar a la de mi Felicia. Lo sorprendente es que Diego
no sabía que el perro de mi viejo también se llamó TOM, y fue tal el amor que
ese animal grabó en la memoria de mi padre que hasta le dedicó una canción, “Tom,
mi perro amigo”.
Cada mañana le dedico oraciones
al alma de mi viejo para que descanse en paz, sé que su presencia me acompaña a
cada paso, pero estas manifestaciones que cada tanto aparecen y nos movilizan
son hermosas, son regalos de la vida para que siempre recordemos que están, que
no se fueron ni se irán. Solo cambiaron de estado y si podemos aceptar con paz
su elevación, nos guiarán en nuestro paso por la tierra.
Mi viejo me guía.
Mi viejo me cuida.
Mi viejo siempre está presente y
su presencia vivirá siempre en mi.
Hoy su energía toma cuerpo en
estas palabras que le dedico, y quien quiera conocerlo podrá hacerlo al vibrar
en las vibraciones de las palabras que escribo.
Uno mi energía a la de mi viejo
para dejar acá un poco de la luz, la luz con la que iluminó.
Mi viejo fue un maestro, un maestro
de la luz.
Ale Flores
7 de Octubre de 2017
La Merecida
Silla Azul
Espacio Sagrado
Altar de Fuego
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