Ayer les pedí Reiki para mi
perra Felicia, les pedí un rayo de amor para ella, y la verdad es que las
respuestas que he recibido me conmovieron profundamente. Anoche le leí mensajes
de ustedes mientras comía, ya que la fuerza que le mandaron le dieron ganas de
comer y lo que parecía imposible fue real, incluso ví que le temblaban menos
las piernas que los días anteriores.
No solo lo hicieron por ella, lo
hicieron por mi y por mi familia, me hablaron mucho del desapego y sé que es
algo que debo trabajar, que me cuesta muchísimo soltarla y saber que a pesar de
no verla más su presencia seguirá custodiando mi jardín como cada día desde que
nos mudamos a nuestra casa.
Hace tiempo vengo pensando en
honrarla dedicándole un espacio especial, voy mentalizando imágenes de lo que
será el lugar que dispondremos para su descanso eterno. La veterinaria fue muy
clara, “ustedes tienen que tomar la decisión de hasta cuando quieren
esperar”, cuidar a Felicia estos días es todo un trabajo, hay que
levantarla por las mañanas y controlar que no se caiga en algún lugar que la
pueda lastimar, hacerle tomar sus medicaciones, (que las rechaza con mucho
ímpetu), preparale la comida y estimularla para que coma. En fin, una tarea que
no da descanso y que nos mantiene la cabeza ocupada todo el tiempo, ya que solo
nos relajamos cuando sabemos que esta acostada dentro del lavadero dispuesta a
dormir.
Gracias a Dios no manifiesta
dolores, solo se ve su cara de cansada, y por momentos cuando toma fuerza
camina intentando alejarse de nosotros, tal vez para que no la veamos en sus
últimos momentos como dicen que hacen los perros cuando saben que se aproxima
el final.
Es raro, por un lado siento que
su energía ya habita en el aire de mi jardín, que su ADN forma parte de las
plantas y del césped que crece de la tierra, por otro me cuesta imaginar mis
días sin verla, sin saber que tengo que buscarla en el lavadero o salir a ver
si esta acostada o se levanto a caminar.
Abro mi alma, (como en cada
texto), exhibo mi ego como tantas veces, soy humano y sufro las perdidas como
la mayoría de nosotros, tal vez me falta una respuesta, que me diga con sus
palabras que todo está bien, que sabe que siempre le di todo lo que le pude
dar, que me he esforzado por darle un pedazo de pasto para que pueda correr
cuando vi en sus ojos que ya no quería vivir en un pequeño departamento, que no
me importó jamás gastar dinero en tratamientos que creí que la podían
beneficiar. Quisiera que su vida fuera eterna, que cada día me acompañe, que
cada noche me custodie, como me custodio a mi y a mi familia, como nosotros
cuidamos su vida, como vamos a custodiar siempre su eterno descanso.
No puedo parar de llorar
mientras escribo, y créanme que tampoco quiero guardarme las lagrimas, son
parte de un proceso que he empezado hace un tiempo, un proceso que me llevará
mucho tiempo, el de aceptar la partida de mi perra, la partida del ser que me
enseño a amar a los perros, a entender otra faceta del amor, a aprender otra
forma de amar.
Ale Flores
26 de Octubre de 2017
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