martes, 1 de noviembre de 2016

Transitando mi propia maestría


En el lugar exacto donde está apoyado mi pie izquierdo, ayer encontré un animal muerto.

Era una comadreja, un animal muy común en el lugar donde vivo, suelen aparecer por mi jardín tras enfrentarse a mis perras, o algún gato de los que rondan por el barrio.

Ayer al llegar aquí la pise, y tuve que recoger el cadáver, coincidió justo con el cierre de una semana en la que cerré varias etapas de mi vida. Una de ellas la del reencuentro cara a cara con Julio Iglesias, el gran amigo de mi padre, Julio le ha sabido dar un lugar muy especial en su vida tan especial, y en esta semana que termina se ha dado ese encuentro, 6 años después de la partida física de mi viejo me vuelvo a encontrar con el único amigo suyo que no había vuelto a ver, necesitaba ese encuentro, necesitaba verme reflejado en sus ojos y leer lo que me decía su mirada, me conecte con eso más que con lo que decían sus palabras, su voz la oí escuchándolo cantar, comprendiendo su misión, ahora quería comprender su alma, observar el origen de su misión, saber si es consciente de su paso por la tierra, de la huella que está dejando.

Julio Iglesias marcó un cambio en el pensamiento colectivo de la humanidad, entre fines de los años 70 y principios de los 90.

Recuerdo que cuando yo era chico la separación, el divorcio matrimonial era un gran drama. Hoy se lo ve como algo común, algo natural entre dos personas que ya no se aman, y yo creo que Julio tiene mucho que ver con eso al decir mediante sus canciones que uno no debe permanecer con quienes no quiere estar por más mandatos sociales que intenten imponer lo contrario, es más, hizo de su vida un ejemplo de su mensaje, siempre estuvo donde quiso y con quien quiso, aunque eso le implicara perder hasta su propia familia. Con ese ser me fui a encontrar, pero también a ver al amigo de mi padre, el que reconocía que mi viejo “lo quería gratis”, lo quería porque lo consideraba un amigo.

Vi sus ojos, vi ojos cansados en un alma joven, en un espiritu joven, vi a alguien que supo hacer de cada concierto una meditación, que sabe encontrar en cada audiencia la energía vital universal que recibe con cada aplauso llenándose de energía para retroalimentar su alma y seguir cantando.

Julio no tiene otra necesidad que recorrer el mundo para recibir esa energía que como nadie aprendió a recibir. Está recogiendo lo que sembró en sus años dorados, cuando su voz era perfecta, perfecto instrumento de la creación.

Su mirada permanece en mi como la principal imagen del encuentro.

Esa comadreja me mostró el momento exacto del cierre de una etapa, una etapa del ego que sale por las noches a enfrentarse con otros egos, y una etapa de confrontamiento y de discusión, de discusiones que he tenido con mi viejo cuando de chico negaba la maestría de Julio. El reconocimiento de su misión recién lo pude ver después de comprender que “33 años, nada más, son media vida”, (ya me mi viejo falleció a los 66), cuando empecé a ser consciente de mi paso por la tierra y saberme dejando marcada mi huella.

La supe tras aceptar la maestría de mi viejo, y saberme transitando mi propia maestría.



Ale Flores
30 de Octubre de 2016
La Merecida
Silla Azul
Espacio Sagrado
Altar de Fuego


Podes escuchar este texto que fue leído en Pop Radio, FM 101.5 por Veronica Merigo el 17 de Enero de 2017 en el siguiente vídeo:



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