Ayer leí que “un
golpe en los testículos equivale a 9000 en la escala de dolor, similar a 160
partos y quebrarse 3200 huesos a la vez”(*).
No sé si será así, sé lo
dolorosos que son este tipo de golpes, pero no he experimentado en mi cuerpo
las otras alternativas, al menos en esta vida, de todas formas creo que esos
dolores no son comparables al dolor que genera la rotura de un corazón.
Cuando uno sufre un golpe en los
testículos, sabe que ese dolor en algún momento desaparecerá, cuando sentimos
que nos rompen el corazón creemos que jamás podremos recuperarnos. Es tan
doloroso que nos sentimos morir, tan profundo que a veces algunas partes nunca terminan
de unirse.
Esta semana me encontré con una
amiga de la vida con la que coincidimos laboralmente, al saludarla note sus
ojos cansados, notablemente mal dormida, con ojeras y una triste expresión, no pude
evitar preguntarle que le pasaba; al principio intento negarme la respuesta,
pero ante mi mirada me dijo “problemas afectivos”, y supe que le
habían roto el corazón. Le ofrecí un abrazo, le dije al oído que es una gran
persona y una hermosa mujer, que merece lo mejor; una sonrisa y un leve sacudón
de su cuerpo me hicieron saber que había recibido el mensaje que debía darle, como
mensajero de Dios.
Me gustaría abrazar a cada
cuerpo que contiene un corazón partido, ayudarlo a unir sus partes, a encontrar
el perdón, a saber que siempre se puede empezar de nuevo, que en la vida todos
son ciclos, que lo único eterno es nuestro propio amor.
Me gustaría tener para cada
mente la palabra justa, la mirada exacta, para ofrecer con cada abrazo
contenedor, pero no puedo, yo no estoy en todos lados y hay mucha gente
transitando un dolor.
Por eso te pido que me ayudes,
que me acompañes en esta misión, que no temas ofrecer tus abrazos, que irradies
amor en tus miradas; que permitas que tus palabras sean un canal de Dios.
Ale Flores
19 de Noviembre de 2016
La Merecida
Silla Azul
Espacio Sagrado
Altar de Fuego
(*) Fuente: Culturizando: (www.culturizando.com @Culturizando)
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