Más allá del cansancio físico
que uno pueda tener, es difícil dormirse después de ver un amanecer, luego de
sentir la energía del sol en nuestro cuerpo llenándolo de luz, luz pura, de un
nuevo día.
Dicen que “al que madruga Dios
lo ayuda”, y creo que tiene que ver con eso, con recibir la energía del
amanecer, respirar el aire puro, contemplar el silencio y la belleza del cielo
cuando sale el sol.
Cada amanecer es único, cada uno
es hermosa postal viva que nos regala la creación, un presente que cada
día nos da la vida, y que al atardecer, cuando el sol se va, nos deja la calma
necesaria para alcanzar un buen descanso.
Solo es cuestión de contemplar,
de aceptar ese presente de la creación, ese regalo de Dios, esa fuerza que hace
que el sol se eleve sobre el horizonte iluminando y calentando todo con su
presencia, dándole la energía a toda la vida con su fuerza.
He visto todos los amaneceres
que pude, y me parecen pocos, cada uno que me perdí por seguir durmiendo fue un
regalo que no acepté, una oportunidad que dejé pasar.
Un instante que no volverá.
Ale Flores
2 de Marzo de 2016
La Merecida
Silla Azul
Espacio Sagrado
Altar de Fuego
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