A esta hora, hace 3 años pasaba
las últimas horas de vida de mi viejo junto a él. Lo acompañaba en la
habitación en la que estaba internado.
Sin saberlo esas eran nuestras
ultimas horas juntos, y fue tanto lo que vivimos, fue tan intenso, tan
profundo, fue una búsqueda por tranquilizarlo de mi parte que llego a buen
puerto, no sabía que sería ese, pero sí que quedaban pocos momentos.
Hubo de todo, fue como un repaso
de la vida en las que lo ayude a vivir sus últimos momentos placenteros
encarnado.
Lo vi sufrir.
Y lo vi calmarse.
Lo vi cerrar sus ojos, y
descansar en paz.
Hice lo que pude, lo que me
prepare para hacer durante todos estos años, y hoy, desde ese crecimiento vivo
este momento, este recuerdo.
Me llegan sensaciones que debo
liberar, expresarlas para que no queden presas. Dejar salir lo que debe salir,
y encontrarme con la energía de mi viejo desde el recuerdo.
El recuerdo que me permite estar
en paz, el recuerdo de saber que estuve cuando tuve que estar, aceptando hasta
las veces que no estuve.
Comprendiendo la vida como todo
vida, incluso la muerte dentro del proceso de vivir.
Comprendiendo a la enfermedad como
camino, un camino que nos llevo a encontrarnos, a aceptarnos, a perdonarnos, y
a amarnos.
A ser, siendo y aceptando al que
es.
Su presencia es en su obra, su
presencia es en el recuerdo de cada quien lo acepto.
Su legado es en los maestros que
lo llamaron maestro.
Su amor en quienes fuimos dignos
de recibir su amor.
Ya son 3 años viejo.
3 años en los que entraste en mi
eterna eternidad.
No te extraño porque te siento
cerca, y aunque a veces tu ausencia duela, hoy no te voy a recordar desde el
llanto. Lo hare desde la alegría de recordarte sonreír.
Desde el interés al escucharte,
desde la energía que recibía en tus abrazos, desde tu cálida presencia.
Ale Flores
15 de Octubre de 2013
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