Con un nudo en la garganta, y
la vista nublada, abrazo la emoción.
Es que recuerdo, como si fuera
ayer, verlo nervioso a mi viejo, caminaba por el departamento con cara de
preocupado, yo tenía 9 años, cursaba 4 grado de la escuela primaria y al notar su
nerviosismo le pregunte que le pasaba. Sin ocultar sus nervios me respondió que
preparaba un examen, yo, que en esa instancia ya había rendido muchas pruebas
en la escuela me sonreí al escucharlo, para mi enfrentar un examen era parte de
la rutina del colegio primario, pero para él no. El estaba acostumbrado a otro
tipo de desafíos, los de poner el lomo, los de madrugar, los de trabajar las
horas necesarias para alcanzar el objetivo de cumplir con la tarea encomendada
y llevar a su casa el pan de cada día.
El había dejado el colegio para
ir a trabajar porque en su casa faltaba dinero, y desde ahí, nunca más se había
tenido que enfrentar con un examen.
Ya con una sonrisa en mi
rostro, intentando transmitirle mi tranquilidad a lo que suponía un simple desafío
le pregunte cual era el examen que debía dar, y él me respondió que era el de
ingreso a SADAIC como autor y compositor.
Han pasado 30 años de ese día,
y junto con las imágenes de ese momento tengo la de su alegría al ser aceptado,
tengo el vivo recuerdo de verlo haciéndonos escuchar sus primeras canciones en
un radio grabador, el de acompañarlo a un programa de televisión porque alguien
cantaba una canción suya en vivo.
El recuerdo de verlo ganar el
premio OTI.
Y las imágenes que nos dejo
junto a quienes lo acompañaron en su trayectoria.
Hoy mi viejo ya no está, su
presencia física ha desaparecido. Y 30 años después de ese examen hemos sido
convocados a SADAIC para recibir un reconocimiento a su trayectoria, y llevare
a mi hija que hoy tiene 9 años, que cursa cuarto grado, y que vivirá y
atesorará en su memoria este momento que juntos vamos a vivir, para que con los
recuerdos que ya tiene de su abuelo conserve también este presente, este
instante. Para que en su ADN se grabe este reconocimiento con las canciones que
su abuelo le dejo, con las palabras que le dijo, y los besos que le dio.
Viviremos este momento en
familia, pisando las baldosas de la vereda que tantos sueños vio pasar, que de
tantas alegrías fue testigo, entrando al edificio donde tantas veces mi viejo
fue a encontrarse con sus pares, sintiéndose uno con los que hoy le brindan
este homenaje.
Es otro momento que nos regala
mi viejo, otro instante de vida que quedará en nosotros, otro paso más de su
vida que compartimos, sabiendo que siempre está cerca nuestro, y que cuando
extrañamos su presencia física la podemos buscar en sus letras, que guardan sus
sentimientos, sus alegrías, sus temores.
Me abrazo a la emoción de este
momento. Canalizo esta emoción escribiendo, libero con las letras mis
angustias, y dejo, en estas líneas plasmado este momento, un momento que son 30
años, un momento que tal vez no tenga fin.
Ale Flores
9 de Agosto de 2012
Pedro Favini – Hugo Marcel – Diana Maria – Mono Flores
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