Uno no se da cuenta, el tiempo pasa, uno se siente bien, “con el cansancio habitual de esta altura del año” dice y se dice, se miente, se engaña, va respira, medita, camina por el pasto, pero falta algo, algo más, hay una voz en el corazón que marca el rumbo, una imagen, es el mar, solo eso ver el mar. El día a día, el trabajo, las cosas de siempre, la casa. Se posterga una vez, y mil más, diferentes factores, excusas, y el corazón nuevamente habla, muestra el rumbo, aparece nuevamente la imagen, el mar.
Y de repente, medio sin preparar demasiado las cosas, se acomoda todo y surge la posibilidad, cuando te das cuenta ya estás en la ruta, el viaje comenzó.
Ver el campo no es lo mismo que verlo dentro de la semana, en otro contexto, es el campo, pero se lo mira distinto, hay otra mirada, todo es mejor, todo va mejor, la ansiedad del trajín de la ciudad nos acompaña durante los primeros kilómetros, una parada estratégica en la ruta, “Atalaya”, unas medialunas, y el viaje sigue, algo de música, un gran cuento de Sacheri bien contado por Alejandro Apo acompaña el viaje, “Me van a tener que disculpar”, charlas, risas, chistes bromas, hasta que ves que falta poco, se empieza a sentir la ciudad, y de repente, llegamos ¡¡¡ BIENVENIDO A MAR DEL PLATA !!! dice el cartel que te recibe sobre la ruta 2 donde comienza Constitución, recorrer esa avenida es recordar la infancia, las cenas con mis viejos y hermanos. Mi juventud, las noches de boliche en Chocolate, Sobremonte, GO!, los recitales de los Redondos, Los Cadillacs. Esa entrada tiene música propia en mi mente. Pasar por Havanna, por Derqui y decir siempre lo mismo, “esta es la calle de la casa de mi tía”, ver el mismo escenario de siempre pero mejor, y ya a lo lejos se ve el mar, ese mar amigo que siempre espera, como un buen amigo que sabe esperar, y ya se respira ese aire, ese aire de mar, el ánimo cambia, la felicidad llena el espacio vacío que queda en el auto, espacio vacío pero repleto por el recuerdo de los que ya no están, esa melancolía que siempre está presente en los lugares donde compartimos cosas con quienes partieron, donde nos llevaron desde chicos, donde aprendimos a manejar, a caminar, a andar en bicicleta sin manos, cada esquina atesora un recuerdo, cada restaurant una cena, un momento, cada tarde de playa una foto, un atardecer, un mate compartido, una parido de tuco con buena racha. Nada es nuevo, pero todo se renueva.
Hasta que llega el momento esperado de bajar a la playa, sentir la arena en los pies, caminar a paso apresurado hasta el mar, palpitar ese momento único donde la piel se reencuentra con el agua, no importa si hace frio, se hace necesario, y llega la ola y el agua abraza los pies hasta los tobillos, el frio se siente, pero también la energía de mar, es una sensación de victoria contra ese ego que no me dejaba partir, que no quería que yo sintiera eso, ese bienestar interior que solo produce el mar, ese sentimiento de que todo es pasajero como una ola, pero que la vida es tan placentera como la caricia del agua de mar que llega con la siguiente. Esa sensación de comprender con una mirada la maravilla de la creación, ese pensamiento que aparece diciendo ¿a quién le pueden quedar dudas de la existencia de Dios? Y una ola rompe fuerte como ratificando el pensamiento, como manifestándose por medio de ella, y aparece un perro, un perro libre que le ladra a las olas que explotan contra las rocas, y una gaviota atraviesa el cielo con la única necesidad de mostrar también su belleza, aparece como diciendo, “yo también estoy, a mí también me creo Dios”, mucha felicidad, mucha paz, mucha sanación, la energía se siente en cada poro, en cada chakra, “Que bueno es esto”!!! todos lo necesitamos, miradas felices, sonrisas cómplices. Una lluvia pasajera pasa para refrescarnos, para purificarnos, nos quedamos ahí, recostados sobre una piedra, mirando el mar, se va la lluvia y aparece el arco iris sobre mar, un espectáculo maravilloso, un presente de Dios dentro de ese gran regalo, y lo disfrutamos, yo le atribuyo su presencia a mi viejo quien adoraba verlo maravillándose con su presencia, lo siento así, digo “este arco iris me lo mando mi viejo”, y mirando al cielo se lo agradezco, siento su guiño desde allá, desde el cielo viéndonos disfrutar en la playa donde tanto disfrutamos juntos, el lugar que siempre eligió para pasar sus merecidas vacaciones, ¿cómo no recordarlo?, como no agradecerle tantas vacaciones, tantos días maravillosos, tantos recuerdos, tantos momentos…
El baño en el mar debía llegar, pensaban que el frio me detendría, pero no, de ninguna manera, me metí, lo necesitaba y lo hice, no una vez, dos veces, la primera para sentir el reencuentro con ese viejo amigo, la segunda para tomar su energía, para expandir con ella cada uno de mis chakras, para solidificarla en mis huesos, para grabarla en mi ADN. Y una meditación al sol, y porque no otra más, y una caminata solo, para reencontrarme con migo mismo, con mis recuerdos, con mi memoria, para fijar mi atención en el presente y ser uno con el todo, volver, siempre volver. Unos mates, unos bizcochos, el abrigo necesario del atardecer, y paseos, vueltas y más vueltas en la “Rio de Janeiro Argentina”, la ciudad feliz. Un atardecer soñado, un amanecer maravilloso, otro día, otros momentos para disfrutar, la felicidad de saber que todavía queda mucho, sol, playa, mar, paz, armonía, descanso, paseos, y más, siempre un poco más.
Hasta que llega el momento de volver, pero sin rencores, con mucha alegría por haber disfrutado tanto el viaje, la gratitud al universo por permitirlo y a Dios por auspiciarlo, habiéndonos regalado todo, desde el viaje hasta el clima, desde las olas, hasta los pájaros.
La vuelta es diferente a la ida, no hay ansiedad ni siquiera en esos primeros kilómetros, no se piensa en la rutina, sino en las ganas de volver, volver a ver el mar, a sentir esa energía que aun siento en mi cuerpo, a darle gracias por su fuerza por su belleza, por su energía.
Una vuelta que nos deja 1000 puntos para terminar el año, proyectando ya una nuevas vacaciones, un nuevo viaje en el cual recargar energías, y volver a sentir la presencia de Dios, la maravilla de su creación en este mundo maravilloso que creó para nosotros, y que cada día sostiene solo con su amor.
No sé cuándo será mi próximo viaje, ni donde, las ganas de iniciarlo ya las tengo, se que será cuando el universo lo indique, cuando mi ego me lo permita, y cuando priorice lo que me dice mi corazón ante la voz de la duda. Sé que será perfecto, que será hermoso, que será divino. Sea a donde sea será como deba ser, pero siempre sé que volveré a Mar del Plata, porque lo tengo en mis genes, por que habita en mi sangre, porque es parte de mi piel y de mis recuerdos, porque me hace más feliz que lo feliz que soy, porque la siento mía y me siento suyo, como ese mar, ese mar que siempre me espera, como un viejo amigo, un amigo que siempre está para envolverme con su abrazo, un abrazo inmenso, tan inmenso como el mar.
Ale Flores
14 de Noviembre de 2011
Y de repente, medio sin preparar demasiado las cosas, se acomoda todo y surge la posibilidad, cuando te das cuenta ya estás en la ruta, el viaje comenzó.
Ver el campo no es lo mismo que verlo dentro de la semana, en otro contexto, es el campo, pero se lo mira distinto, hay otra mirada, todo es mejor, todo va mejor, la ansiedad del trajín de la ciudad nos acompaña durante los primeros kilómetros, una parada estratégica en la ruta, “Atalaya”, unas medialunas, y el viaje sigue, algo de música, un gran cuento de Sacheri bien contado por Alejandro Apo acompaña el viaje, “Me van a tener que disculpar”, charlas, risas, chistes bromas, hasta que ves que falta poco, se empieza a sentir la ciudad, y de repente, llegamos ¡¡¡ BIENVENIDO A MAR DEL PLATA !!! dice el cartel que te recibe sobre la ruta 2 donde comienza Constitución, recorrer esa avenida es recordar la infancia, las cenas con mis viejos y hermanos. Mi juventud, las noches de boliche en Chocolate, Sobremonte, GO!, los recitales de los Redondos, Los Cadillacs. Esa entrada tiene música propia en mi mente. Pasar por Havanna, por Derqui y decir siempre lo mismo, “esta es la calle de la casa de mi tía”, ver el mismo escenario de siempre pero mejor, y ya a lo lejos se ve el mar, ese mar amigo que siempre espera, como un buen amigo que sabe esperar, y ya se respira ese aire, ese aire de mar, el ánimo cambia, la felicidad llena el espacio vacío que queda en el auto, espacio vacío pero repleto por el recuerdo de los que ya no están, esa melancolía que siempre está presente en los lugares donde compartimos cosas con quienes partieron, donde nos llevaron desde chicos, donde aprendimos a manejar, a caminar, a andar en bicicleta sin manos, cada esquina atesora un recuerdo, cada restaurant una cena, un momento, cada tarde de playa una foto, un atardecer, un mate compartido, una parido de tuco con buena racha. Nada es nuevo, pero todo se renueva.
Hasta que llega el momento esperado de bajar a la playa, sentir la arena en los pies, caminar a paso apresurado hasta el mar, palpitar ese momento único donde la piel se reencuentra con el agua, no importa si hace frio, se hace necesario, y llega la ola y el agua abraza los pies hasta los tobillos, el frio se siente, pero también la energía de mar, es una sensación de victoria contra ese ego que no me dejaba partir, que no quería que yo sintiera eso, ese bienestar interior que solo produce el mar, ese sentimiento de que todo es pasajero como una ola, pero que la vida es tan placentera como la caricia del agua de mar que llega con la siguiente. Esa sensación de comprender con una mirada la maravilla de la creación, ese pensamiento que aparece diciendo ¿a quién le pueden quedar dudas de la existencia de Dios? Y una ola rompe fuerte como ratificando el pensamiento, como manifestándose por medio de ella, y aparece un perro, un perro libre que le ladra a las olas que explotan contra las rocas, y una gaviota atraviesa el cielo con la única necesidad de mostrar también su belleza, aparece como diciendo, “yo también estoy, a mí también me creo Dios”, mucha felicidad, mucha paz, mucha sanación, la energía se siente en cada poro, en cada chakra, “Que bueno es esto”!!! todos lo necesitamos, miradas felices, sonrisas cómplices. Una lluvia pasajera pasa para refrescarnos, para purificarnos, nos quedamos ahí, recostados sobre una piedra, mirando el mar, se va la lluvia y aparece el arco iris sobre mar, un espectáculo maravilloso, un presente de Dios dentro de ese gran regalo, y lo disfrutamos, yo le atribuyo su presencia a mi viejo quien adoraba verlo maravillándose con su presencia, lo siento así, digo “este arco iris me lo mando mi viejo”, y mirando al cielo se lo agradezco, siento su guiño desde allá, desde el cielo viéndonos disfrutar en la playa donde tanto disfrutamos juntos, el lugar que siempre eligió para pasar sus merecidas vacaciones, ¿cómo no recordarlo?, como no agradecerle tantas vacaciones, tantos días maravillosos, tantos recuerdos, tantos momentos…
El baño en el mar debía llegar, pensaban que el frio me detendría, pero no, de ninguna manera, me metí, lo necesitaba y lo hice, no una vez, dos veces, la primera para sentir el reencuentro con ese viejo amigo, la segunda para tomar su energía, para expandir con ella cada uno de mis chakras, para solidificarla en mis huesos, para grabarla en mi ADN. Y una meditación al sol, y porque no otra más, y una caminata solo, para reencontrarme con migo mismo, con mis recuerdos, con mi memoria, para fijar mi atención en el presente y ser uno con el todo, volver, siempre volver. Unos mates, unos bizcochos, el abrigo necesario del atardecer, y paseos, vueltas y más vueltas en la “Rio de Janeiro Argentina”, la ciudad feliz. Un atardecer soñado, un amanecer maravilloso, otro día, otros momentos para disfrutar, la felicidad de saber que todavía queda mucho, sol, playa, mar, paz, armonía, descanso, paseos, y más, siempre un poco más.
Hasta que llega el momento de volver, pero sin rencores, con mucha alegría por haber disfrutado tanto el viaje, la gratitud al universo por permitirlo y a Dios por auspiciarlo, habiéndonos regalado todo, desde el viaje hasta el clima, desde las olas, hasta los pájaros.
La vuelta es diferente a la ida, no hay ansiedad ni siquiera en esos primeros kilómetros, no se piensa en la rutina, sino en las ganas de volver, volver a ver el mar, a sentir esa energía que aun siento en mi cuerpo, a darle gracias por su fuerza por su belleza, por su energía.
Una vuelta que nos deja 1000 puntos para terminar el año, proyectando ya una nuevas vacaciones, un nuevo viaje en el cual recargar energías, y volver a sentir la presencia de Dios, la maravilla de su creación en este mundo maravilloso que creó para nosotros, y que cada día sostiene solo con su amor.
No sé cuándo será mi próximo viaje, ni donde, las ganas de iniciarlo ya las tengo, se que será cuando el universo lo indique, cuando mi ego me lo permita, y cuando priorice lo que me dice mi corazón ante la voz de la duda. Sé que será perfecto, que será hermoso, que será divino. Sea a donde sea será como deba ser, pero siempre sé que volveré a Mar del Plata, porque lo tengo en mis genes, por que habita en mi sangre, porque es parte de mi piel y de mis recuerdos, porque me hace más feliz que lo feliz que soy, porque la siento mía y me siento suyo, como ese mar, ese mar que siempre me espera, como un viejo amigo, un amigo que siempre está para envolverme con su abrazo, un abrazo inmenso, tan inmenso como el mar.
Ale Flores
14 de Noviembre de 2011
“La vida es un regalo, el envoltorio la mente. Sólo hay que abrirla para disfrutar el presente.”
· Solo por hoy no te enojes.
· Solo por hoy no te preocupes.
· Solo por hoy se agradecido y humilde.
· Solo por hoy se honesto.
· Solo por hoy se bondadoso con los demás.
"Si lo que hago con amor además de a mi le sirve a alguien, mi misión está en marcha."
Ale Flores
Soy Reiki
Yo Soy
Gracias por estar.
Mi amor de Dios hacia Vos.
Hay si...Mar del Plata...yo tampoco vivo ahi, estoy muy lejos de ella y de ese mar que tantas veces me vio escaparme de la ecuela(estaba a 2 cuadras) y reirme con mis amigos. Me encanto la nota, me senti identificada ya que yo tambien escuchaba los cadillacs, los redondos...y ahora que entiendo como el agua tiene energia y memoria, puedo entender que mi cuerpo, que tambien tiene eso, necesita volver a unirse al mar marplatense. Gracias por tan bellas palabras!
ResponderEliminarAle:elmar es para mi la imagen viva de Dios,con su fuerza,y miovimiento incansable,hay que pedirle energia,y hablar con el como si hablases con Dios,esto me lo enseño de chica Tia Maria,que me llevo a Mar del plata por primera vez,Te quiero-
ResponderEliminarCoincido con vos, yo siempre siento la inmensidad del mar y su enrgia.Que me demuestra una vez mas la creacion de Dios.
ResponderEliminarTodo en Mar del Plata es recuerdos, de los que estan y de los que partieron.De la niñes, de la adolescencia y de ya la adultez.
Estoy segura que ese arco iris te lo envio tu Papa.
Te quiero
Nunca es tarde Alex....
ResponderEliminarTQM