Hay un momento en el cual tomamos conciencia que todo lo que vivimos puede ser lo último que vivamos.
Al menos eso me paso a mí con mi viejo, cuando tome conciencia sobre la fragilidad de la vida, o al menos sobre la fragilidad de su vida. Empecé a vivir cada encuentro como el ultimo, a hacer de cada momento una celebración, primero fue cuando cumplió 60 años, oportunidad en la que me di el gran gusto de organizarle una fiesta sorpresa que según me dijo fue el mejor cumpleaños de su vida.
Después vinieron muchos asados, reuniones familiares, etc. pero hay una cena en particular que hoy recordé con profunda emoción.
Hace más o menos un año, en septiembre de 2010, vinieron a Buenos Aires mi hermano, mi cuñada y sobrinos, ellos viven en Mendoza y se hicieron del tiempo necesario como para pasar unos días en la capital y visitar a mi viejo quien en ese momento estaba bastante bien, dentro de lo mal que solía estar ya a esa altura. En esa oportunidad ellos tuvieron un momento de charla con mi viejo, una charla de esas que a veces la vida nos permite vivir, encuentros que quedan grabados en el alma, que son de ellos, solo de ellos, pero supe que en ese encuentro mi viejo revelo que el ultimo sueño que le quedaba por cumplir era poder realizar una cena con toda su familia “en un lugar frente al rio”, me llego ese comentario y no pude resistirme, organice una cena en Rodizio, pidiendo especialmente que desde la mesa se pudiera ver el rio, pero que a la vez tuviera fácil acceso, ya que a esa altura mi viejo se desplazaba el silla de ruedas.
Supe desde el primer momento que esa cena seria la ultima cena. La ultima con toda la familia junta, y así la viví, me bañe pensando en ese encuentro, me vestí y perfume sabiendo que viviría la ultima cena con mi viejo, y la viví así.
Pude ver a mi viejo emocionado sintiendo que estaba concluyendo su vida y pudiendo ver alrededor de su mesa a toda la familia, pudiendo sentir orgullo sobre esa obra suya, sin dudas su obra más importante.
Pude brindar con él y darle gracias por su vida, verlo disfrutar de sus nietos, y ellos de él, las imágenes permanecen y permanecerán por siempre en ADN, los detalles, las miradas, las sonrisas, la angustia escondida debajo de la posibilidad de poder compartir un momento más.
Gracias a Dios me di el gusto de ser yo quien invito esa cena, de haber podido hacerme cargo del costo, y digo costo porque el valor es invaluable.
Poco tiempo después mi viejo cerraba sus ojos por última vez.
La muerte lo encontraba lejos de mi hermano y de esa parte de la familia, pero muy cerca del resto.
Y obviamente ese momento tomo otra relevancia, en mi, en él en todos.
El día siguiente de esa cena me llamo por teléfono para decirme que fue, junto con su cumpleaños Nº 60 uno de los momentos más felices de su vida. Imagínense como me sentí, y como me siento.
De esa cena viví cada instante, como cada instante viví de las ultimas cosas que vivimos.
En ese sentido debo estar agradecido a la enfermedad que padeció, ya que ella nos unió, nos quito los prejuicios de la mente y nos obligo a aceptarnos, a entender que cualquier momento podía ser el ultimo y que no valía la pena discutir, enojarse. Cambiamos broncas por abrazos, discusiones por besos, reproches por amor.
Mi viejo ya no está físicamente, pero los recuerdos de los momentos maravillosos que vivimos permanecen tan presentes como cuando sucedieron. Tan vivos como el amor que nos une.
La vida está llena de momentos simples que pueden ser trascendentes.
Depende de nosotros, de la actitud con la que los vivamos.
Simplemente los invito a vivir, a disfrutar de los seres queridos, de los amigos, de los momentos. Porque eso es lo que quedara. Porque ellos son los que quedaran cuando ya no estén, eso es lo que dejaremos cuando ya no estemos.
Los invito a vivir.
Ale Flores
24 de Agosto de 2011
Al menos eso me paso a mí con mi viejo, cuando tome conciencia sobre la fragilidad de la vida, o al menos sobre la fragilidad de su vida. Empecé a vivir cada encuentro como el ultimo, a hacer de cada momento una celebración, primero fue cuando cumplió 60 años, oportunidad en la que me di el gran gusto de organizarle una fiesta sorpresa que según me dijo fue el mejor cumpleaños de su vida.
Después vinieron muchos asados, reuniones familiares, etc. pero hay una cena en particular que hoy recordé con profunda emoción.
Hace más o menos un año, en septiembre de 2010, vinieron a Buenos Aires mi hermano, mi cuñada y sobrinos, ellos viven en Mendoza y se hicieron del tiempo necesario como para pasar unos días en la capital y visitar a mi viejo quien en ese momento estaba bastante bien, dentro de lo mal que solía estar ya a esa altura. En esa oportunidad ellos tuvieron un momento de charla con mi viejo, una charla de esas que a veces la vida nos permite vivir, encuentros que quedan grabados en el alma, que son de ellos, solo de ellos, pero supe que en ese encuentro mi viejo revelo que el ultimo sueño que le quedaba por cumplir era poder realizar una cena con toda su familia “en un lugar frente al rio”, me llego ese comentario y no pude resistirme, organice una cena en Rodizio, pidiendo especialmente que desde la mesa se pudiera ver el rio, pero que a la vez tuviera fácil acceso, ya que a esa altura mi viejo se desplazaba el silla de ruedas.
Supe desde el primer momento que esa cena seria la ultima cena. La ultima con toda la familia junta, y así la viví, me bañe pensando en ese encuentro, me vestí y perfume sabiendo que viviría la ultima cena con mi viejo, y la viví así.
Pude ver a mi viejo emocionado sintiendo que estaba concluyendo su vida y pudiendo ver alrededor de su mesa a toda la familia, pudiendo sentir orgullo sobre esa obra suya, sin dudas su obra más importante.
Pude brindar con él y darle gracias por su vida, verlo disfrutar de sus nietos, y ellos de él, las imágenes permanecen y permanecerán por siempre en ADN, los detalles, las miradas, las sonrisas, la angustia escondida debajo de la posibilidad de poder compartir un momento más.
Gracias a Dios me di el gusto de ser yo quien invito esa cena, de haber podido hacerme cargo del costo, y digo costo porque el valor es invaluable.
Poco tiempo después mi viejo cerraba sus ojos por última vez.
La muerte lo encontraba lejos de mi hermano y de esa parte de la familia, pero muy cerca del resto.
Y obviamente ese momento tomo otra relevancia, en mi, en él en todos.
El día siguiente de esa cena me llamo por teléfono para decirme que fue, junto con su cumpleaños Nº 60 uno de los momentos más felices de su vida. Imagínense como me sentí, y como me siento.
De esa cena viví cada instante, como cada instante viví de las ultimas cosas que vivimos.
En ese sentido debo estar agradecido a la enfermedad que padeció, ya que ella nos unió, nos quito los prejuicios de la mente y nos obligo a aceptarnos, a entender que cualquier momento podía ser el ultimo y que no valía la pena discutir, enojarse. Cambiamos broncas por abrazos, discusiones por besos, reproches por amor.
Mi viejo ya no está físicamente, pero los recuerdos de los momentos maravillosos que vivimos permanecen tan presentes como cuando sucedieron. Tan vivos como el amor que nos une.
La vida está llena de momentos simples que pueden ser trascendentes.
Depende de nosotros, de la actitud con la que los vivamos.
Simplemente los invito a vivir, a disfrutar de los seres queridos, de los amigos, de los momentos. Porque eso es lo que quedara. Porque ellos son los que quedaran cuando ya no estén, eso es lo que dejaremos cuando ya no estemos.
Los invito a vivir.
Ale Flores
24 de Agosto de 2011
“La vida es un regalo, el envoltorio la mente. Sólo hay que abrirla para disfrutar el presente.”
· Solo por hoy no te enojes.
· Solo por hoy no te preocupes.
· Solo por hoy se agradecido y humilde.
· Solo por hoy se honesto.
· Solo por hoy se bondadoso con los demás.
"Si lo que hago con amor además de a mi le sirve a alguien más,
mi misión está en marcha."
Ale Flores
Soy Reiki
Yo Soy
Yo Soy
Gracias Ale, no sabes lo importante que ha sido para mi leer esta nota... Te la agradezco de corazón y me dispongo a organizar las últimas cenas de mi padre...
ResponderEliminarUn abrazo.