miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS MAESTROS DE DIOS?

Es mágico entender el concepto metafísico de la vida.

Me paso, al principio de esta búsqueda, que mentalizaba cosas materiales, pensaba en trabaos o en formas de obtener mayores ingresos de dinero.

Me encontré observando algo que parecía ser una contradicción, por un lado trabajaba la ley del mentalismo en el concepto que se enseña en la película “El Secreto” y por otro lado, escuchaba a los maestros que decía que lo único que debíamos hacer era disfrutar el presente y no preocuparnos por el futuro.

Me quedaba pensando en ¿como mentalizar lo que quiero y a la vez no pensar en el futuro?.

Me encontraba con gente que me planteaba la misma duda y sinceramente, no sabia que responderles.

Entiendo ahora que trabajar la ley de mentalismo es muy importante cuando el cerebro nos pide combustible, la mayoría de los humanos tenemos una voz mental que no para nunca, o casi nunca, y que de alguna manera nos pide u ofrece todo el tiempo temas en los que pensar.

Con la ley de mentalismo conseguí cambiar los pensamientos, en lugar de pensar en cosas que me daban miedos, pensaba en cosas que me hacían feliz, de ese modo le daba a mi ego lo que quería, pero a su vez eso que le daba en lugar de proporcionarme temores me proporcionaba deseos.

Luego me di cuenta que muchas veces quedaba atado a esos deseos, se formaba una bola tan grande que ya me estresaba por conseguir eso que creía que era la llave de la felicidad, y que cuando lo lograba, solo era un espejismo que calmaba mis ansias por poco tiempo y luego mutaba a otra imagen por la que corría.

La felicidad parecía un objetivo que marchaba siempre a dos pasos de mis manos sostenida por un soporte que salía desde mi espalda y que mantenía la distancia perfecta como para que nunca la pidiera tocar.

Empecé a confiar en la fe, empecé a sentir que quien retribuye mis necesidades no es un ser encarnado, es Dios, es el universo quien me premia por mis actos, me di cuenta que trabajo para Dios, y que a pesar de trabajar dentro de una empresa como mucha gente, yo sentía que mi sustento económico no era gracias a la persona que firma mis recibos de sueldo, sino gracias a la asistencia que recibo del universo por hacer mi misión, por asistir a los hermanos que día a día buscan el apoyo que gracias a Dios, desde lo que hago puedo humildemente ofrecer.

Comprobé que todo lo que sentía que deba experimentar lo experimentaba, comprendí que nada de lo que podía experimentar alteraba mi esencia ni me hacia “mejor”, todas eran y son experiencias que me permiten destrabar mi mente y darme cuenta que lo que verdaderamente necesito es vivir el presente, disfrutar de todo lo que el universo pone frente a mi y ser feliz con eso.

Entendí que nada ocurre por casualidad, que los acontecimientos que vivimos siempre son positivos, siempre son para nuestro bien, siempre son para que el plan perfecto de Dios se desarrolle de acuerdo a su voluntad.

Pase y vivo procesos muy complejos para la mente humana, lo que cambio es la manera de observarlos.

Acabo de terminar una conversación telefónica con uno de mis hermanos, el que hace poco conté que tomo el primer nivel de Reiki, esta maravillado por los resultados que ve en su salud y en su vida, ve cambios a nivel económico, laboral, familiar, etc. Entiende que vivió un proceso natural que lo llevo a tomar el primer nivel y que esta viviendo una transformación que espero toda su vida, siente la necesidad de llevar el conocimiento a otras personas que diariamente ve sufrir por no poder encontrar la salida que él encontró.

Es muy común que esto nos suceda, y por eso, lo que les acabo de expresar es lo que le exprese a él, debemos vivir el presente, asistir a todos los que creamos que debemos asistir, sobre todo a aquellos que nos piden ayuda. Debemos entender que ese es el trabajo que nos corresponde como hijos de Dios, alcanzarles a otros las herramientas que hemos recibido para que cada uno pueda vivir su propia experiencia y ser uno con Dios. Y dejar que el universo se ocupe de encontrarnos el lugar, donde debemos estar para hacer lo que debemos hacer, poner de nuestro lado solo lo que debemos poner, la fe, el amor, la paciencia y dejar que sea.

Quiero, para finalizar este mensaje enviar un fragmento de “Un curso de Milagros” que el maestro Fabián me envió hace poco y que tiene que ver con lo que estamos viendo en el curso de Psicología Espiritual, se titula ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS MAESTROS DE DIOS?, los integrantes del grupo de Google lo tendrán a continuación de mis palabras, los de facebook me lo pueden pedir por mail a mensajesdelaluz@gmail.com o buscarlo entre mis publicaciones, ya que como verán es algo extenso.

Les recomiendo a todos que lo lean, ya que como entenderán tarde o temprano, todos somos maestros de Dios, la maestría es un proceso interno, personal que solo tiene valor si nos ayuda a liberarnos de nuestros propios prejuicios y nos conduce a la iluminación.

Espero que disfruten de este material, que les sea útil y que aporte mas herramientas en la maravillosa búsqueda de cada uno.

Los bendigo en el nombre de Dios.

Gracias por estar.

Mi amor de Dios hacia vos.

Soy Reiki

Yo Soy


4. ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS DE LOS MAESTROS DE DIOS?

1. Las características superficiales de los maestros de Dios no son en modo alguno similares. 2Si se les mira con los ojos del cuerpo, se observa que no hay parecido entre ellos, que vienen de ambientes totalmente distintos, que sus experiencias acerca del mundo varían enormemente y que sus "personalidades" exter­nas son muy diversas. 3 Durante las primeras etapas en el desem­peño de su función como maestros de Dios, no han adquirido todavía las profundas características que los establecerán como lo que son.4 Dios concede dones especiales a Sus maestros porque tienen un papel especial que desempeñar en Su plan para la Expiación. 5El que sean especiales es, por supuesto, una condi­ción estrictamente temporal, establecida en el tiempo a fin de que les lleve más allá de él. 6 Estos dones especiales, nacidos de la relación santa hacia la que se encamina la situación de aprendi­zaje-enseñanza, se convierten en algo característico de todos los maestros de Dios que han progresado en su aprendizaje. 7Desde este punto de vista todos son iguales.
2. Cualquier diferencia entre los Hijos de Dios es siempre tempo­ral. 2Puede afirmarse, no obstante, que, en el tiempo, los maestros de Dios más avanzados poseen las siguientes características:

I. Confianza

1. He aquí la base sobre la que descansa su capacidad para llevar a cabo su función. 2 La percepción es el resultado de lo que se ha aprendido. 3De hecho, la percepción es lo que se ha aprendido, ya que causa y efecto nunca se encuentran separados. 4Los maestros de Dios tienen confianza en el mundo porque han aprendido que no está regido por las leyes que el mundo inventó. 5Está regido por un Poder que se encuentra en ellos, pero que no es de ellos. 6Este Poder es el que mantiene todas las cosas a salvo. 7Mediante este Poder los maestros de Dios contemplan un mundo perdo­nado.
2. Una vez que hemos experimentado ese Poder, es imposible volver a confiar en nuestra insignificante fuerza propia. 2¿Quién trataría de volar con las minúsculas alas de un gorrión, cuando se le ha dado el formidable poder de un águila? 3¿Y quién pondría su fe en las miserables ofrendas del ego, cuando los dones de Dios se encuentran desplegados ante él? 4¿Qué induce a los maestros de Dios a efectuar ese cambio?

A. Desarrollo de la confianza

3. En primer lugar, tienen que pasar por lo que podría calificarse como un "período de des-hacimiento". 2Ello no tiene por qué ser doloroso, aunque normalmente lo es. 3Durante ese período parece como si nos estuviesen quitando las cosas, y raramente se com­prende en un principio que estamos simplemente reconociendo su falta de valor. 4¿De qué otro modo se iba a poder percibir lo que no tiene valor, a no ser que el perceptor estuviese en una posición desde la que no puede sino ver las cosas de otra manera? 5Aún no ha llegado al punto en el que puede efectuar el cambio interno totalmente. 6Por ello, el plan a veces requiere que se efectúen cambios en lo que parecen ser las circunstancias externas. 7Estos cambios son siempre beneficiosos. 8Una vez que el maestro de Dios ha aprendido esto, pasa a la segunda fase.
4. Ahora el maestro de Dios tiene que pasar por un "período de selección". 2Este período es siempre bastante difícil, pues al haber aprendido que los cambios que se producen en su vida son siem­pre beneficiosos, tiene entonces que tomar todas sus decisiones sobre la base de si contribuyen a que el beneficio sea mayor o menor. 3Descubrirá que muchas cosas, si no la mayoría de las que antes valoraba, tan sólo obstruyen su capacidad para transferir lo que ha aprendido a las nuevas situaciones que se le presentan. 4Puesto que ha valorado lo que en verdad no vale nada, no gene­ralizará la lección por temor a lo que cree pueda perder o deba sacrificar. 5Se necesita haber aprendido mucho para poder llegar a entender que todas las cosas, acontecimientos, encuentros y cir­cunstancias son provechosos. 6Sólo en la medida en que son provechosos, deberá concedérseles algún grado de realidad en este mundo de ilusiones. 7La palabra "valor" no puede aplicarse a nada más.
5. La tercera fase por la que el maestro de Dios tiene que pasar podría llamarse "un período de renuncia". 2Si se interpreta esto como una renuncia a .lo que es deseable, se generará un enorme conflicto. 3Son pocos los maestros de Dios que se escapan comple­tamente de esta zozobra. 4No tiene ningún sentido, no obstante, separar lo que tiene valor, de lo que no lo tiene, a menos que se dé el paso que sigue naturalmente. 5Por lo tanto, el período de transi­ción tiende a ser un período en el que el maestro de Dios se siente obligado a sacrificar sus propios intereses en aras de la verdad. 6Todavía no se ha dado cuenta de cuán absolutamente imposible sería una exigencia así. 7Esto sólo lo puede aprender a medida que renuncia realmente a lo que no tiene valor. 8Mediante esa renun­cia, aprende que donde esperaba aflicción, encuentra en su lugar una feliz despreocupación; donde pensaba que se le pedía algo, se encuentra agraciado con un regalo.
6. Ahora llega "un período de asentamiento". 2Es éste un período de reposo, en el que el maestro de Dios descansa razonablemente en paz por un tiempo. 3Ahora consolida su aprendizaje. 4Ahora comienza a ver el valor de transferir lo que ha aprendido de unas situaciones a otras. 5El potencial de lo que ha aprendido es literal­mente asombroso, y el maestro de Dios ha llegado a un punto en su progreso desde el que puede ver que en dicho aprendizaje radica su escape. 6"Renuncia a lo que no quieres y quédate con lo que sí quieres." 7¡Qué simple es lo obvio! 8¡Y qué fácil! 9El maes­tro de Dios necesita este período de respiro. 10Todavía no ha lle­gado tan lejos como cree. 11Mas cuando esté listo para seguir adelante, marcharán a su lado compañeros poderosos. 12Ahora descansa por un rato, y los convoca antes de proseguir. 13A partir de ahí ya no seguirá adelante solo.
7. La siguiente fase es ciertamente un "período de inestabilidad". 2El maestro de Dios debe entender ahora que en realidad no sabía distinguir entre lo que tiene valor y lo que no lo tiene. 3Lo único que ha aprendido hasta ahora es que no desea lo que no tiene valor y que sí desea lo que lo tiene. 4Su propio proceso de selección, no obstante, no le sirvió para enseñarle la diferencia. 5La idea de sacrificio, tan fundamental en su sistema de pensa­miento, imposibilitó el que pudiese discernir. 6Pensó que había aprendido a estar dispuesto, pero ahora se da cuenta de que no sabe para qué sirve estar dispuesto. 7Ahora tiene que alcanzar un estado que puede permanecer fuera de su alcance por mucho, mucho tiempo. 8Tiene que aprender a dejar de lado todo juicio, y a preguntarse en toda circunstancia qué es lo que realmente quiere. 9De no ser porque cada uno de los pasos en esta dirección está tan fuertemente reforzado, ¡cuán difícil sería darlos!
8. Finalmente llega "un período de logros" 2Ahora es cuando se consolida su aprendizaje. 3Lo que antes se consideraban simples sombras, se han convertido ahora en ganancias sustanciales, con las que puede contar en cualquier "emergencia"' , así como tam­bién en los períodos de calma. 4En efecto, el resultado de esas ganancias no es otro que la tranquilidad: el fruto de un aprendi­zaje honesto, de un pensamiento congruente y de una transferen­cia plena. 5Ésta es la fase de la verdadera paz, pues aquí se refleja plenamente el estado celestial. 6A partir de ahí, el camino al Cielo está libre y despejado y no presenta ninguna dificultad. 7En reali­dad, ya está aquí. 8¿Quién iba a querer ir a ninguna otra parte, si ya goza de absoluta paz? 9¿Y quién querría cambiar su tranqui­lidad por algo más deseable? 10¿Qué podría ser más deseable?

II. Honestidad

1. Todas las demás características de los maestros de Dios se basan en la confianza. 2Una vez que ésta se ha alcanzado, las otras se suceden naturalmente. 3Sólo los que tienen confianza pueden permitirse ser honestos, pues sólo ellos pueden ver el valor de la honestidad. 4La honestidad no se limita únicamente a lo que dices. 5El verdadero significado del término es congruencia: 6nada de lo que dices está en contradicción con lo que piensas o haces; ningún pensamiento se opone a otro; ningún acto contradice tu palabra ni ninguna palabra está en desacuerdo con otra. 7Así son los verda­deramente honestos. 8No están en conflicto consigo mismos a nin­gún nivel. 8Por lo tanto, les es imposible estar en conflicto con nada o con nadie.
2. La paz que experimentan los maestros de Dios avanzados se debe en gran medida a su perfecta honestidad. 2Sólo el deseo de engañar da lugar a la pugna. 3El que es uno consigo mismo, no puede ni siquiera concebir el conflicto. 4El conflicto es el resul­tado inevitable del auto-engaño, y el auto-engaño es deshonesti­dad. 5Para un maestro de Dios nada supone un desafío, 6pues ello implicaría que se abrigan dudas, y la confianza en la que los maestros de Dios descansan con absoluta seguridad hace que les sea imposible dudar. 7Por lo tanto, sólo pueden triunfar. 8En esto, como en todo, son honestos. 9Sólo pueden triunfar porque nunca hacen su propia voluntad. 10Eligen por toda la humanidad, por todo el mundo y por todas las cosas que en él habitan; por lo que es inalterable e inmutable más allá de las apariencias, y por el Hijo de Dios y su Creador. 11¿Cómo no iban a triunfar? 12Eligen con perfecta honestidad, tan seguros de sí mismos como de su elección.

III. Tolerancia.

1. Los maestros de Dios no juzgan. 2juzgar es ser deshonesto, pues es asumir un papel que no te corresponde. 3Es imposible juzgar sin engañarse uno a sí mismo. 4Juzgar implica que te has engañado con respecto a tus hermanos. 5¿Cómo, entonces, no te ibas a haber engañado con respecto a ti mismo? 6Juzgar implica falta de confianza, y la confianza sigue siendo la piedra angular de todo el sistema de pensamiento del maestro de Dios. 7Si la pierde, todo su aprendizaje se malogra. 8Sin juicios, todas las cosas son igualmente aceptables, pues en tal caso, ¿quién podría juzgarlas? 9Sin juicios, todos los hombres son hermanos, pues en ese caso, ¿quién se encontraría aparte? 10Juzgar destruye la hones­tidad y quebranta la confianza. 11El maestro de Dios no puede juzgar y al mismo tiempo esperar aprender.

IV. Mansedumbre

1. Para los maestros de Dios el daño es algo imposible. 2No pue­den infligirlo ni sufrirlo. 3El daño es el resultado de juzgar. 4Es el acto deshonesto que sigue a un pensamiento deshonesto. 5Es un veredicto de culpabilidad contra un hermano, y por ende, contra uno mismo. 6Representa el fin de la paz y la negación del apren­dizaje. 7Demuestra la ausencia del plan de aprendizaje Dios y el hecho de haber sido sustituido por la demencia. 8Todo maes­tro de Dios tiene que aprender -y bastante pronto en su proceso de formación- que hacer daño borra completamente su función de su conciencia. 9Hacer daño le confundirá, le hará abrigar sos­pechas y sentir ira y temor. 10Hará que le resulte imposible apren­der las lecciones del Espíritu Santo. 11Tampoco podrá oír al Maestro de Dios, Quien sólo puede ser oído por aquellos que se dan cuenta de que hacer daño, de hecho, no lleva a ninguna parte, y de que nada provechoso puede proceder de ello. 12Los maestros de Dios, por lo tanto, son completamente mansos.
2. Necesitan la fuerza de la mansedumbre, pues gracias a ella la función de la salvación se vuelve fácil. 2Para los que hacen daño, llevar a cabo dicha función es imposible. 3Pero para quienes el daño no tiene significado, la función de la salvación es sencillamente algo natural. 4¿Qué otra elección sino ésta tiene sentido para el que está en su sano juicio? 5¿Quién, de percibir un camino que conduce al Cielo, elegiría el infierno? 6¿Y quién elegiría la debilidad que irremediablemente resulta de hacer daño, cuando puede elegir la fuerza infalible, todo-abarcante e ilimitada de la mansedumbre? 7El poder de los maestros de Dios radica en su mansedumbre, pues han entendido que los pensamientos de mal­dad no emanan del Hijo de Dios ni de su Creador. 8Por lo tanto, unen sus pensamientos a Aquel que es su Fuente. 9Y así, su voluntad, que siempre fue la de Dios, queda libre para ser como es.

V. júbilo

1. El júbilo es el resultado inevitable de la mansedumbre. 2La mansedumbre significa que el miedo es ahora imposible. 3¿Qué podría entonces obstaculizar el júbilo? 4Las manos abiertas de la mansedumbre están siempre colmadas. 5Los mansos no experi­mentan dolor. 6No pueden sufrir. 7¿Cómo no habrían de ser feli­ces? 8Están seguros de que son amados y de que, por lo tanto, están a salvo. 9El júbilo va unido a la mansedumbre tan inevita­blemente como el pesar acompaña al ataque. 10Los maestros de Dios confían en Él y están seguros de que Su Maestro va delante de ellos, asegurándose de que no les acontezca ningún daño. 11Disponen de Sus dones y siguen Su camino porque la Voz de Dios los dirige en todo. 12El júbilo es su himno de gratitud. 13Y Cristo los contempla también con agradecimiento. 14La necesidad que Él tiene de ellos es tan grande como la que ellos tienen de Él. 15¡Qué gozo tan inmenso compartir el propósito de la salvación!

VI. Indefensión

1. Los maestros de Dios han aprendido a ser sencillos. 2No tienen sueños que tengan que defender contra la verdad. 3No tratan de forjarse a sí mismos. 4Su júbilo procede de saber Quién los creó. 5¿Y es acaso necesario defender lo que Dios creó? 6Nadie puede convertirse en un maestro de Dios avanzado hasta que no com­prenda plenamente que las defensas no son más que absurdos guardianes de ilusiones descabelladas. 7Cuanto más grotesco es el sueño, más formidables y poderosas parecen ser sus defensas. 8Sin embargo, cuando el maestro de Dios acepta finalmente mirar más allá de ellas, se da cuenta de que allí no había nada. 9Lenta­mente al principio, permite que se le desengañe, 10pero a medida que su confianza aumenta, aprende más rápido. 11Cuando se abandonan las defensas no se experimenta peligro. 12Lo que se experimenta es seguridad. 13Lo que se experimenta es paz. 14Lo que se experimenta es dicha. 15Y lo que se experimenta es Dios.

VII. Generosidad

1. La palabra generosidad tiene un significado especial para el maestro de Dios. 2No es el significado usual de la palabra; de hecho, es un significado que tiene que aprenderse, y aprenderse muy bien. 3Al igual que todos los demás atributos de los maes­tros de Dios, éste se basa a fin de cuentas en la confianza, puesto que sin confianza nadie puede ser generoso en el verdadero sen­tido de la palabra. 4Para el mundo, generosidad significa "dar" en el sentido de "perder" 5Para los maestros de Dios, generosi­dad significa dar en el sentido de conservar. 6Se ha hecho hinca­pié en esta idea a lo largo del texto, así como en el libro de ejercicios, pero tal vez sea más extraña para el pensamiento del mundo que muchas de las otras ideas de nuestro programa de estudios. 7Lo que la hace más extraña es el hecho de que es obvia­mente lo opuesto a la manera de pensar del mundo. 8De la manera más clara posible y en el más simple de los niveles, la palabra significa exactamente lo opuesto para los maestros de Dios que para el mundo.
2. El maestro de Dios es generoso en interés propio. 2Pero no nos referimos aquí al interés propio del ser del que el mundo habla. 3El maestro de Dios no quiere nada que él no pueda dar, pues se da cuenta de que, por definición, ello no tendría ningún valor para él. 4¿Para qué lo iba a querer? 5Sólo podría perder por su causa. 6No podría ganar nada. 7Por lo tanto, no busca nada que sea sólo para él, ya que eso sería la garantía de que lo perdería. 8No quiere sufrir. 9¿Por qué entonces iba a querer buscarse dolor? 10Pero sí quiere conservar todas las cosas que son de Dios, y que, por ende, son para Su Hijo. 11Ésas son las cosas que le pertenecen. 12Esas si que las puede dar con verdadera generosidad, conser­vándolas de este modo para sí mismo eternamente.

VIII. Paciencia

1. Los que están seguros del resultado final pueden permitirse el lujo de esperar, y esperar sin ansiedad. 2Para el maestro de Dios tener paciencia es algo natural. 3Todo lo que ve son resultados seguros que ocurrirán en un momento que tal vez aún le sea desconocido, pero que no pone en duda. 4El momento será tan apropiado como la respuesta. 5Y esto es verdad con respecto a todo lo que ocurre ahora u ocurra en el futuro. 6En el pasado no se produjeron tampoco errores ni ocurrió nada que no sirviese para beneficiar al mundo, así como a aquel a quien aparente­mente le ocurrió. 7Tal vez esto no se entendió así en su momento. 8Con todo, el maestro de Dios está dispuesto a reconsiderar todas sus decisiones pasadas, si éstas le están causando dolor a alguien. 9Tener paciencia es algo natural para aquellos que tienen con­fianza. 10Seguros de la interpretación final de todas las cosas en el tiempo, ningún resultado, ya visto o por venir, puede causarles temor alguno.

IX. Fe

1. El grado de fe de un maestro de Dios indica cuán avanzado se encuentra en su programa de estudios. 2¿Pone en práctica este aprendizaje sólo en algunos aspectos de su vida mientras man­tiene otros aparte? 3De ser así, su progreso es lento y su confianza aún no se ha arraigado firmemente. 4La fe es la confianza que el maestro de Dios tiene de que la Palabra de Dios ha de resolver todas las cosas perfectamente. aNo sólo algunas, sino todas. 5Comienza generalmente poniendo su fe en la resolución de sólo algunos problemas, manteniéndola así cuidadosamente restrin­gida por un tiempo. 6Someter todos los problemas a una sola Res­puesta es invertir completamente la manera de pensar del mundo. 7Y sólo eso es fe. 8Ninguna otra cosa merece que se le llame por ese nombre. 9Con todo, vale la pena lograr cada avance, por pequeño que sea. 10Estar dispuesto, como indica el texto, no quiere decir que se haya alcanzado la maestría.
2. La verdadera fe, sin embargo, no se desvía. 2Al ser consistente, es completamente honesta. 3Al ser firme, goza de absoluta con­fianza. 4Al estar basada en la ausencia de temor, es mansa. 5Al gozar de certeza, rebosa júbilo, 6y al tener confianza, es tolerante. 7La fe, por lo tanto, encierra en sí todos los demás atributos de los maestros de Dios, 8y entraña la aceptación de la Palabra de Dios y de la definición que Él tiene de Su Hijo. 9Hacia Ellas es adonde la fe, en el verdadero sentido de la palabra, siempre se dirige. 10En Ellas tiene puestas sus miras, buscando hasta que las encuentra. 11La indefensión naturalmente la acompaña, y su condición es el júbilo. 12Y una vez que las encuentra, descansa con sosegada cer­teza sólo en Aquello que es digno de toda fe.

X. Mentalidad abierta

1. El papel central que ocupa la mentalidad abierta -quizá el último de los atributos que el maestro de Dios adquiere- puede entenderse fácilmente cuando se reconoce la relación que guarda con el perdón. 2La mentalidad abierta procede de una ausencia de juicios. 3De la misma manera en que los juicios cierran la mente impidiéndole la entrada al Maestro de Dios, de igual modo la mentalidad abierta lo invita a entrar. 4De la misma manera en que la condenación juzga al Hijo de Dios como mal­vado, de igual modo la mentalidad abierta permite que sea juz­gado por la Voz de Dios en Su Nombre. 5De la misma manera en que la proyección de la culpabilidad sobre él lo enviaría al infierno, de igual modo la mentalidad abierta permite que la imagen de Cristo le sea extendida. 6Sólo aquellos que tienen una mentalidad abierta pueden estar en paz, pues son los únicos que ven razones para ello.
2. ¿Cómo perdonan los que tienen una mentalidad abierta? 2Han renunciado a todas las cosas que les impediría perdonar. 3Han abandonado realmente el mundo, y han permitido que éste les sea restaurado con tal frescura y en júbilo tan glorioso, que jamás hubiesen podido concebir un cambio así. 4Nada es ahora como era antes. 5Todo lo que antes parecía opaco y sin vida, ahora no hace sino refulgir. 6Lo que es más, todas las cosas les dan la bien­venida, ya que ha desaparecido toda sensación de amenaza. 7Ya no quedan tinieblas que oculten la faz de Cristo. 8Ya se ha logrado el objetivo. 9El perdón es la meta final del programa de estudios, 10pues allana el camino para lo que se encuentra más allá de todo aprendizaje. 11El programa de estudios no hace nin­gún esfuerzo por excederse de su verdadero objetivo. 12El perdón es su único objetivo, en el cual converge en última instancia todo aprendizaje. 13Ciertamente eso es suficiente.
3. Habrás notado que la lista de atributos de los maestros de Dios no incluye las características que constituyen la herencia del Hijo de Dios. 2Términos tales como amor, inocencia, perfección, cono­cimiento y verdad eterna no aparecen en este contexto, 3pues no serían apropiados aquí. 4Lo que Dios ha dado está tan remota­mente alejado de nuestro programa de estudios, que el aprendi­zaje no puede sino desaparecer ante su presencia. 5Sin embargo, mientras su presencia esté velada, el enfoque ha de centrarse necesariamente en el programa de estudios. 6La función de los maestros de Dios es llevar al mundo el verdadero aprendizaje. 7Propiamente dicho, lo que llevan es un des-aprendizaje, que es a lo único que se le puede llamar "verdadero aprendizaje" en este mundo. 8A los maestros de Dios se les ha encomendado la fun­ción de llevar al mundo las buenas nuevas del completo perdón. 9Bienaventurados son en verdad, pues son los portadores de la salvación.





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